No habrá continuidad

No habrá continuidad

Compartir

Lo más probable es que la Nueva Mayoría no sobreviva a Bachelet. Pero incluso si lo consigue, difícilmente será percibida como una alternativa confiable para el futuro. La experiencia del actual gobierno ha sido ilustrativa respecto de las consecuencias de un pacto construido en torno a un liderazgo carismático y una especie de credo igualitarista, fundado en la idea de que, para tener una sociedad más justa, hay que reducir el espacio de la iniciativa privada y acrecentar el protagonismo financiero del Estado.

Se ha confirmado que los malos diagnósticos traen consigo malos remedios, y que las buenas intenciones pueden traducirse en reformas defectuosas. Pese a los encomiables esfuerzos de los ministros Valdés y Burgos, e incluso de ciertos logros sectoriales, es visible que el Gobierno tiene una falla estructural de orientación y conducción. La responsabilidad principal es de la Presidenta, pero los siete partidos oficialistas no pueden lavarse las manos.

Con los datos de hoy, no hay continuidad posible. Quizás se configure una tendencia de izquierdismo testimonial que hasta considere útil sostener la figura de la mandataria para construir un relato que -démoslo por seguro-, culpe de los problemas de su gobierno a quienes “no la dejaron cumplir el programa”, por lo que hay que perseverar en él. No faltará un candidato para eso.

Pero la verdadera disputa por la Presidencia se producirá entre la derecha unificada en torno a Piñera, que buscará capitalizar los errores de este período, y la corriente de centroizquierda que ha extraído lecciones de esos errores y quiere ofrecer una vía de progreso real al conjunto del país, para lo cual debe precisar cómo entiende la lucha contra la desigualdad, la cooperación entre el sector privado y el Estado, y por cierto las bases de la institucionalidad.

Chile necesitará un Gobierno que ofrezca seguridad e inspire confianza, que estimule el crecimiento, la inversión y la creación de empleos, que hable con la verdad respecto de las dificultades económicas que habrá que enfrentar en los años que vienen. Con el término del superciclo del cobre, el déficit fiscal será un problema mayor, por lo que habrá que cortar el dispendio en el aparato estatal y establecer duras prioridades en el uso de los recursos públicos. Habrá que revisar las reformas que se han convertido en un lastre y descartar los proyectos de dudoso provecho. Es demagógico prometer beneficios sociales que no se pueden financiar con ingresos permanentes. La caja fiscal no puede seguir entregando bonos. Será imprescindible batallar contra la corrupción y perfeccionar el control democrático de todas las instituciones.

Si desea convocar a la mayoría de los chilenos, la eventual candidatura de Ricardo Lagos tendrá necesariamente que separar aguas y marcar su propio perfil. No puede haber malentendidos. Ello implica abrirle paso a una nueva confluencia de fuerzas, que represente una perspectiva de estabilidad, diálogo y grandes acuerdos, en un contexto que exigirá poner en movimiento todas las energías creativas de la nación.

Dejar una respuesta