Nobel 2024: claves para salir del estancamiento-Sergio Urzúa

Nobel 2024: claves para salir del estancamiento-Sergio Urzúa

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Era cuestión de tiempo. Daron Acemoglu (MIT) es el economista más influyente de su generación, con una curiosidad ilimitada y una profundidad intelectual amplia. Simon Johnson (MIT) y James Robinson (U. de Chicago) han contribuido de forma trascendental a las ciencias económicas. Sin los aportes de los tres galardonados con el Nobel 2024, valoraríamos mucho menos el rol de buenas instituciones en el progreso de los países.

En lo esencial, a través de décadas de esfuerzos académicos, los tres han demostrado que sociedades que facilitan la participación de sus miembros en actividades que ofrezcan el mejor uso de sus talentos y habilidades terminan siendo exitosas. Con eso el progreso se hace permanente, el crecimiento económico se solidifica. Así, el diseño de las instituciones económicas, sociales y políticas de un país es esencial. Bien organizadas, aseguran prosperidad y bienestar de las personas. Algo de esto se puede identificar en los trabajos de North y Fogel (nobeles 1993), incluso en el trabajo de Sen (nobel 1998), pero Acemoglu, Johnson y Robinson lo elevaron varios niveles.

La transición desde un estado de desarrollo caracterizado por un bajo crecimiento económico e instituciones extractivas (o de acceso limitado, como dirían North, Wallis y Weingast) hacia uno con futuro es un arte. Evidentemente, se pueden sacar lecciones de casos en el pasado, pero en último término, el modelo de desarrollo se construye en casa.

En ese sentido, Chile emerge como un caso de estudio.

Centrándonos en este milenio, el crecimiento del país bajo el gobierno de Ricardo Lagos fue 4,77%; en el de Michelle Bachelet I, un 3,47%; en el de Sebastián Piñera I, un 5,38%. De ahí la cosa ha sido mezquina: 1,9% promedio entre 2014 y 2023. Y sobre eso, las expectativas de nuestro potencial se fueron ajustando muy lentamente. En 2012, las estimaciones del PIB tendencial eran de un 5%; en 2015, un 3,7%, y en 2018, un 3,2%. Todas cifras muy alejadas del declive que se producía (sacando 2021, afectado por la pandemia, desde el 2012 solo un año crecimos sobre 3,9%). Ahí hubo un problema grave: OCDE, pero sin resultados.

Podremos, siempre, discutir respecto de las diversas razones que tempranamente en este período de estancamiento afectaron nuestras posibilidades de progreso. Me refiero a temas sociales importantes que estaban sin respuesta por ahí por el 2013-2014. Sí, algunas de ellas se encuentran en la dificultad de la sociedad chilena de avanzar con mayor velocidad en la inclusividad, para reducir la desigualdad, idea que justificó el Nobel este año. Sin embargo, hay que ser justos. Durante los 30 años se avanzó bastante en esa dirección. El país del 90 no era el de 2014.

Así, lo interesante del caso de Chile es cómo, a pesar de esos avances, la clase dirigente no fue capaz de tener calma ni visión para configurar instituciones más inclusivas a pesar de las alertas. Es más, desde 2014 hubo cambios, pero no en la dirección correcta. De otro modo, Chile no estaría donde hoy se encuentra.

¿Qué puede haber pasado entonces? Los trabajos de Acemoglu, Johnson y Robinson dan pistas. Cuando existen amenazas sociales, los líderes en el poder enfrentan decisiones críticas y difíciles. Como lo reconoce el Banco de Suecia en su anuncio de ayer, en situaciones como esas la tentación a prometer reformas económicas es grande, generando incluso mayores expectativas. Aquí está, entonces, la clave. Cambios diseñados con visión de futuro y rigurosidad técnica pueden ser impopulares en el corto plazo, pero pronto sus resultados positivos alivian la frustración, fortalecen las instituciones y vigorizan la democracia. Eso genera un círculo virtuoso. ¿Y si van en la dirección equivocada? Otro círculo, esta vez calamitoso. Se perpetúa el subdesarrollo. Así fallan las naciones.

Por lo tanto, hay que tomarse el Nobel de este año en serio. Chile ha logrado, hasta ahora, evitar un mayor declive gracias al progreso de esos treinta años. Pero la contención no es eterna. El retroceso hacia instituciones menos inclusivas (por ejemplo, en educación) está teniendo efectos. Chile está estancado y la política es responsable. Salir de la trampa de mediocridad será posible en la medida que exista conciencia del retroceso institucional que se ha configurado.

Sergio Urzúa
U. de Maryland y Clapes-UC