O’Higgins, Chile y Argentina

O’Higgins, Chile y Argentina

Compartir

Hoy recordamos al soldado valiente y visionario, padre de la Patria, amigo estrecho de San Martín, gobernante de Chile independiente e impulsor decisivo de la expedición comandada por San Martín con Lord Cochrane para alcanzar la independencia del Perú.

O’Higgins vivió tiempos convulsionados: llegó al poder en un momento de profunda inestabilidad política y social en la naciente república, tras la victoria de Chacabuco.

Su legado ha dejado una huella indeleble en la identidad nacional y en las instituciones republicanas de nuestro país.

O’Higgins, desde muy joven, comprendió la importancia de la libertad y de romper los lazos coloniales. Inspirado en las ideas de la Ilustración, buscaba con pasión lograr que Chile fuera una nación libre y soberana en el amplio contexto de la independencia de América, a pesar de las enormes dificultades y sacrificios que esto le implicó.

Justo es recordar en esta ocasión la ayuda recibida por los patriotas chilenos en Argentina luego del desastre de Rancagua. Entre 1814 y 1817 se organizó en Mendoza, con el apoyo decisivo de José de San Martín, el Ejército de los Andes, que logró la Independencia de Chile.

San Martín y O’Higgins tuvieron la mirada puesta en terminar con el dominio español del Virreinato del Perú.

Durante su gobierno implementó una serie de reformas que sentaron las bases del Estado republicano chileno. Buscaba una sociedad libre e igualitaria, y a la vez ordenada, capaz de integrar a todos sus hijos. Tuvo una visión pionera en relación con el pueblo mapuche.

Puso especial énfasis en la educación e impulsó la organización del Ejército.

O’Higgins fue un firme defensor de la soberanía popular, un pilar de la democracia. Su visión de una nación libre gobernada por sus propios ciudadanos al amparo de la ley, aunque no se plasmara durante su mandato, fue un antecedente importante para los procesos democráticos que se desarrollarían más tarde en Chile.

No pensó permanecer en el poder a toda costa. O’Higgins aceptó dejar su cargo de Director Supremo en un momento en que su presencia era divisiva, priorizando la estabilidad y la continuidad de una nación que daba sus primeros pasos. En 1823 abdica ante el Cabildo de Santiago pronunciando las siguientes palabras: “Creyendo que en las circunstancias actuales puede contribuir a que la patria adquiera su tranquilidad el que yo deje el mando supremo del Estado, y habiendo acordado sobre este punto lo conveniente con el pueblo de Santiago reunido, he venido en abdicar la dirección suprema de Chile”; y parte al exilio en el Perú, donde morirá 25 años después.

De ese período tenemos una nutrida correspondencia con San Martín, quien a su vez también vivía exiliado en Bélgica y luego en Francia. Esas cartas denotan no solo la comunión de ideales, sino también la cercanía y aprecio personal.

Recordamos así los fundamentos de la amistad entre dos pueblos unidos por la historia desde sus orígenes como naciones independientes. (El Mercurio)

José Antonio Viera-Gallo