El verano es un momento en que las personas -cada vez más- pueden descansar y tener tiempo para el ocio. Se trata de una señal más del progreso del país, aunque muchos lo quieran desconocer. Es momento también para tomar distancia de la contingencia y pensar en el futuro de Chile con algo más de razón y algo menos de pasión. Es bueno hacer el ejercicio.
El estado de ánimo dominante en la opinión pública es el pesimismo. Se argumenta que estamos en un muy mal momento en la historia de la humanidad, y que nuestro país no escapa de dicha realidad. Se sostiene -apasionadamente- que el modelo capitalista de desarrollo económico genera inconvenientes gravísimos y que se ha deteriorado la calidad de vida de las personas y sus familias. Se argumenta, además, que han aumentado las desigualdades y que los niveles de contaminación medioambiental hacen insostenible el desarrollo futuro.
No es difícil adivinar quién promueve esta visión. Sí, efectivamente, el mundo de la izquierda, que se enamora de sus ideas y pierde la capacidad de revisar la evidencia. Lo lamentable es que muchas veces se suman al coro de los lamentos personas de centroderecha que se alejan de la razón y repiten el argumento supuestamente progresista. Digo supuestamente progresista, porque la verdad es que pareciera que ven más inconvenientes que beneficios al progreso humano. A partir de ese diagnóstico pesimista se hacen recomendaciones de políticas públicas. Y esas políticas públicas suelen equivocarse, pues buscan resolver un problema equivocado.
Pero la realidad es diferente a aquella que promueven los pesimistas. El progreso y el bienestar han tenido un crecimiento exponencial en los últimos siglos y ello se ha reafirmado en las últimas décadas. Por de pronto, el producto mundial ha crecido de forma increible en los últimos tres siglos, de la mano de la innovación, la ciencia, el emprendimiento y un diseño institucional que fomenta el intercambio y respeta los derechos de las personas.
Normalmente, quienes cuestionan la hipótesis del progreso creciente argumentan que todo se mide en ingreso per cápita, y que ello no es un buen indicador de bienestar y progreso. Falso, en cualquiera de las dimensiones en que se mire, el mundo y las sociedades en general muestran niveles consistentes de mejora y progreso concreto y en beneficio de toda la humanidad. Ello se ha reflejado en indicadores de esperanza de vida al nacer, mortalidad infantil, nutrición, acceso a la salud y a la educación, reducción de guerras, violencia y terrorismo, acceso a agua potable, acceso a internet y tecnología, superación de ciertas enfermedades por el desarrollo de la ciencia, sólo por dar algunos ejemplos.
¿Implica esto que todo está bien y que los problemas están resueltos? Por supuesto que no. Afirmar lo anterior sería desconocer los enormes dolores que sufren millones de personas cada día en distintos lugares del mundo, y en Chile en particular. Nadie puede quedar indiferente ante los más de 2 millones de chilenos que viven en situación de pobreza, o ante los miles de niños que no tienen familia, o ante las víctimas de la violencia, la droga y el narcotráfico, o ante la soledad de muchos adultos mayores. Pero nadie puede olvidar tampoco cuáles son los fundamentos que pueden ayudar a superar dichos dolores.
Es muy difícil definir progreso, y reducirlo a un solo indicador como el ingreso o producto per cápita suele ser muy limitante. Pero como dice Steven Pinker, la mayoría de las personas coincide que estar vivo es mejor que estar muerto, que tener alimento es mejor que la desnutrición, que la paz es mejor que la guerra, que la seguridad es mejor que la inseguridad, que la libertad es mejor que la tiranía, que el conocimiento es mejor que la ignorancia, que la igualdad de derechos es mejor que la discriminación y el abuso. Todos estos aspectos son medibles, y si en todos ellos hay mejoras a lo largo de los años, entonces podemos afirmar que la sociedad progresa. Eso es lo que sucede en el mundo y eso es también lo que sucede en Chile.
Algunos cuestionan que aún estos indicadores representan un reduccionismo y no logran capturar elementos relevantes de la discusión actual como la desigualdad, el cuidado del medio ambiente, etc. Pero aún en estos casos el progreso ha sido notable. Por ejemplo, en materia de desigualdad se observa una reducción a nivel mundial que es muy importante y significativa en distintas dimensiones de la vida, incluido el ingreso, sin perjuicio que al interior de ciertos países la desigualdad de ingresos haya aumentado transitoriamente. En materia medioambiental, y contra la creencia dominante en la opinión pública, las emisiones per cápita en contaminantes como monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno (y otros) se ha reducido de forma relevante, gracias en parte al desarrollo de la ciencia y el conocimiento. Hacia el futuro, la misma ciencia, la innovación y el conocimiento nos podrán ayudar a enfrentar de mejor forma los enormes desafíos medioambientales y de distribución del ingreso al interior de los países.
¿En qué se ha fundado este progreso? Sin duda es una pregunta para una larga discusión, pero existe suficiente evidencia para sostener que el desarrollo del conocimiento, la razón, la ciencia y el humanismo han contribuido de forma significativa al desarrollo de instituciones y dinámicas que sostienen el progreso sistemático a lo largo de los años.
De cara al futuro, la siguiente pregunta es cómo enfrentarlo: ¿con optimismo o pesimismo? Creo que hay razones contundentes para ser optimistas. Esto no implica que se haya eliminado el sufrimiento, el dolor o situaciones de extrema gravedad. Simplemente se trata de reconocer que el progreso es sistemático y consistente, y que hacia el futuro la ciencia, la innovaciòn y el emprendimiento permitirán mejorar aún más la calidad de vida de las personas y el bienestar de los ciudadanos de cada país.
Chile tiene condiciones privilegiadas para enfrentar el futuro. Ha logrado un nivel de desarrollo correspondiente a un país de ingreso medio alto, tiene recursos naturales, un tamaño de población que permite avanzar en el acceso a la educación y salud de calidad, y cuenta con instituciones que permiten dar un nuevo salto de progreso en conocimiento, innovación y ciencia. No hay que dejarse dominar por el pesimismo del ambiente. Es racional mirar el futuro con optimismo. (El Líbero)
Ernesto Silva