¿Cuál fue el mejor momento de los últimos 30 años? Cuestión polémica cuya respuesta depende, claro está, de qué se considera “mejor”, qué variable, qué punto de vista. En el plano personal quizás se puede plantear más simple, ¿en qué momento fuimos más felices? Cada uno evocará fácilmente (creo) esos instantes en que la vida nos sonrió, aunque fuera fugazmente.
Algo así ocurrió en estas decisivas tres décadas: con luces y sombras, es posible identificar un momento estelar (dejando fuera el inicio, claro). Veamos.
En el difuso mundo de la opinión pública, desde la vuelta a la democracia se recopilan más datos que probablemente toda la historia anterior. Baste recordar que, a nivel mundial, los estudios de opinión se masificaron después de 1970 y en Chile estuvieron severamente restringidos hasta 1990. Así, es en estas últimas tres décadas que podemos reconstruir con precisión (hasta cierto punto, claro está) cómo han evolucionado los sentimientos, expectativas y frustraciones de los chilenos.
A finales del 2005 se completaba el tercer gobierno en democracia. Una ola de optimismo, quizás exuberante para los ojos de hoy, recorría el país. Se hablaba del “milagro chileno” y las encuestas (CEP, 2005) mostraban que 60% aprobaba la gestión del Presidente Ricardo Lagos. Las expectativas económicas estaban disparadas (IPEC, 2005) y celebrábamos que el ingreso per cápita se había duplicado mientras la pobreza se había reducido del 40% al 14%, todo en 15 años de democracia. La Encuesta Bicentenario 2006 mostraba que, en opinión de los chilenos, la felicidad estaba a la vuelta de la esquina (58% opinaba que, en 10 años, seríamos un país desarrollado). Una nueva clase media emergía llena de ilusiones respecto a su futuro y el de sus hijos, mientras el Presidente Lagos entregaba al país una nueva Constitución “verdaderamente democrática”. El mundo era nuestro.
Han pasado 15 años de ese momento en que… fuimos felices (¡es lo que dicen los números!). Hoy los mismos indicadores, lo sabemos, apuntan en dirección muy diferente: pesimismo, expectativas económicas en el suelo, odiosidad, para no hablar de esta crisis social sobre la cual se han escrito ríos de tinta, pero seguimos sin entender a cabalidad.
El actual debe ser el peor momento para evaluar, casi cualquier cosa. Especialmente un periodo histórico tan rico, que la historia valorará a su debido tiempo, en que mejoraron tan significativamente las condiciones de vida de millones. Pero claro, desde la actual perspectiva, todo parece un desastre.
Resulta bueno recordar ese año de 2005, justamente porque, en perspectiva, todo ese optimismo parece ¡tan ingenuo! Es una esperanza de que algo similar ocurrirá en algún tiempo más, cuando observemos sorprendidos los números (que seguimos recopilando) de este agujero de tinieblas en que parecemos estar sumergidos.
Roberto Méndez/La Tercera