Otras inquisiciones

Otras inquisiciones

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Espero que Borges me perdone este abuso de confianza con que tomo el título de uno de sus libros aunque en un sentido muy diferente al suyo. Pero es lo primero que me vino a la cabeza cuando leí en este mismo diario la noticia que motiva mi artículo (aparte del afán de escribir sobre algo que no sea el patético Sánchez y sus corifeos). Resulta que dos científicos conocidos por sus interesantes obras divulgativas, Richard Dawkins y Steven Pinker, han abandonado por solidaridad con su colega Jerry Coyne la fundación Freedom for Religion, que agrupa a pensadores «libres de la religión y que están comprometidos con el principio de la separación del Estado y la Iglesia». Dawkins y Pinker formaban parte del comité de honor de la fundación, como corresponde a su renombre, pero han dimitido en protesta al dogmatismo trans de la institución, contaminada por esa ideología «que corrompe todo lo que toca» (Dawkins dixit)

La FFR publicó un artículo de una abogada defensora de derechos LGTBIQ+, que negaba las diferencias biológicas entre los sexos y sostenía que es mujer quien afirma serlo y sanseacabó. Coyne, que también forma parte de la junta honoraria y es biólogo, escribió un artículo en refutación de esta insensatez que fue publicado a regañadientes y de modo casi clandestino por la web de la fundación. Visto lo cual, los tres colegas han decidido coger el portante.

Pueden sacarse varias conclusiones interesantes de este episodio. En primer y destacado lugar, que es más fácil librarse de la religión que de la superstición. Como señaló Chesterton (especialista en estas cuestiones) hay gente que cuando deja de creer en Dios empieza a creer en cualquier cosa. Lo mismo que algunos creen que basta con proclamarse de izquierdas para gozar de gran superioridad moral sobre la gente de derechas (con esa cómoda superstición blinda su gestión abusiva el Gobierno de Sánchez), los ateos tipo FFR dan por hecho que como veneran a Darwin y a Stephen Hawking son más racionales que los lectores de los Evangelios.

Lo cual no es nada seguro, porque quienes aplican la ciencia para resolver problemas que no pertenecen al ámbito científico son tan supersticiosos como quienes recomiendan exhaustivas prácticas de buceo para cruzar el desierto del Sáhara. Bucear es una destreza útil, pero no en el Sáhara; el método científico es insustituible en muchos campos pero no para demostrar que Dios no existe o, aún peor, para probar que existe como últimamente algún despistado pretende poner de moda. Es posible que cualquier monsieur Homais actual se burle compasivamente de quienes creen que una virgen pudo concebir un hijo y que además no fuese un bebé probeta sino un bebé profeta; pero tal creencia no es más absurda que sostener que el sexo no es una determinación biológica sino una opción aleatoria de la voluntad humana. De hecho es más absurda esta última, porque con buena voluntad el dogma de la Inmaculada Concepción puede ser interpretado de forma simbólica o poética, mientras la ideología trans se pretende tan materialista como la mecánica de fluidos.

«Recurrir a la fobia para desacreditar a quien se opone a conductas dañinas es el truco de quien quiere blindar su postura sin argumentar»

Quienes rechazamos el adoctrinamiento religioso en la escuela (separación del Estado y las Iglesias) tenemos que ser igualmente opuestos a que se predique en ella la ideología de género o la mojiganga trans. Es de celebrar que en el mundo anglosajón vaya habiendo personalidades intelectuales destacadas como Dawkins, Pinker, Coyne o mi admirada J. K. Rowling que desautoricen públicamente una de las supersticiones más dañinas de nuestra época.

Y no se trata de transfobia o de ninguna otra «fobia», salvo quizá la mentirofobia que debe sentir cualquier persona decente. Lo de recurrir a la fobia, es decir a una especie de enfermedad maligna o posesión demoníaca para desacreditar a quien se opone a ideologías criminógenas o conductas dañinas es el truco de quien quiere blindar su postura sin argumentar. Hay gente que puede estar muy equivocada sin culpa por su parte y podemos desmentirles sin tener ninguna animosidad contra ellos.

A mí don Quijote es un personaje que me cae bastante simpático (si fuese de otro modo mi amigo Andrés Trapiello me retiraría el saludo) pero no por ello voy a creer que las bacías de barbero son yelmos y los molinos de viento gigantes. Tampoco propondría al buen don Alonso como maestro de enseñanza primaria, a pesar de que no tengo ninguna fobia contra él… salvo no creerle del todo cuerdo. Uno puede ser científico, religioso o poeta pero cuanto menos loco esté, mejor. (Theobjetive-Red NP)

Fernando Savater