Otro Chile

Otro Chile

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Hay una visión gris de nuestro país, pesimista, que ve una sociedad desigual, injusta, en que los ricos son más ricos y los pobres más pobres; en que los problemas nos asfixian y la clase media se ahoga en un mar de temores y frustraciones. El máximo esplendor de esta visión lo marca la segunda campaña de la expresidenta Bachelet y su holgado triunfo que arrastró para sí un Congreso que le era ampliamente favorable. Parecía que los agoreros del estallido social inminente habían encontrado la confirmación de sus pesares.

Por otro lado, estamos los que vemos un país que en los últimos treinta años ha progresado más que nunca en su historia, que de estar entre los más pobres de América Latina pasó a ser el de mejor calidad de vida, a estar más cerca que ningún otro de dar el salto al desarrollo y que ha sido capaz de dar forma a una enorme clase media, fenómeno completamente nuevo. ¿Significa esto que ya no tenemos problemas importantes? Por supuesto que no. Habría que ser ciego o insensible para no ver que nos falta mucho camino por recorrer para superar niveles de pobreza que aún existen e injusticias acuciantes y dolorosas para quienes las padecen. En pocas palabras, estamos en camino, pero aún nos falta mucho para llegar al anhelado primer mundo.El punto es que, si las últimas décadas han sido un fracaso y marcado un retroceso, entonces hay que cambiar el rumbo; pero si han sido de progreso y éxito, hay que profundizar en la receta. Todos tienen derecho a su punto de vista, todos encuentran cifras que avalan sus posiciones; pero, con todo, semanas como la pasada, con cinco días de feriado, son un buen indicador de la realidad.

Carreteras y aeropuertos colapsados, con cientos de miles de chilenos saliendo de vacaciones, dentro y fuera del país. El problema de este “18” no fue la seguridad, ni la violencia, ni agitaciones políticas en fechas emblemáticas. El verdadero problema fue el desafío a nuestra infraestructura causada por el legítimo derecho a tomar vacaciones y viajar de buena parte del país. Lo que hasta hace algunos años era privilegio de unos pocos, hoy es una realidad generalizada.

De paso, qué injusto me parece que no se haya reconocido el enorme esfuerzo del equipo del MOP, con el ministro Fontaine y el subsecretario Palacios a la cabeza, que lograron un resultado óptimo dentro de las posibilidades materiales con las que contamos. En mi caso, me tocó ver un aeropuerto colapsado de gente, pero funcionando de una manera sorprendente para el caos humano que había.

Queda mucho por hacer, pero este es otro Chile y, aunque a algunos nostálgicos del estatismo les pese, infinitamente mejor que el gris y burocrático país socialista de antaño.

La Tercera

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