Palabrerío

Palabrerío

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Término que se refiere a juego de palabras sin contenido definido. La verborrea es el empleo recurrente de discursos vacíos. Es lo que recibimos a diario por parte del Gobierno. Se dice que trata de equilibrarse entre sus dos coaliciones. No es así. Es la manera de engatusar al socialismo democrático, mientras el grupo revolucionario de verdad afianza posiciones. De paso, el resto del país ablanda su oposición. Primero la ley Naín-Retamal para luego plantear las Reglas de Uso de la Fuerza, que desvirtúan a la primera. Juego de opuestos reiterado en este gobierno. ¿Adhesión a la democracia o pantalla para esconder intenciones?

En el fondo, este juego expresa una tenacidad para eludir o desordenar la realidad en beneficio de su ideología desvirtuadora y rompedora de lo existente. De aquí que se apunte siempre a corromper las bases de la convivencia, memoria incluida. Bases que constituyen el sustento de las instituciones, cualesquiera que estas sean. La realidad les incomoda profundamente, pues siempre esta se hace presente para señalar cuán falsos son estos planteamientos que se esconden en un ropaje redentor de los que sufren.

Los revolucionarios son corruptores que actúan sobre el sustrato anímico en el cual se apoya nuestra vida nacional. El primer paso es hacer que se deteste el orden existente mediante su desfiguración y falseamiento de la memoria. Luego se trata de refigurar un nuevo orden que será necesariamente arbitrario, por lo que choca frontalmente con la realidad, que es producto de una historia. Las tendencias estéticas del siglo XX fueron desfiguradoras; el creacionismo de Vicente Huidobro prescindió de lo existente para hacer lugar a algo nuevo y arbitrario. Eso pudo ser en el arte. Jugar con la verdad y la realidad histórica es muy diferente, pues afectan directamente la vida de las personas y su modo de ser.

De aquí que corromper las bases anímicas de la vida y de las instituciones logradas a lo largo de siglos, y pretender construir un sistema nuevo arbitrariamente, constituyen planteamientos complementarios para quienes piensan que la nación es originariamente arbitraria y que, por lo mismo, se le puede dar otra forma, también arbitraria.

Nuestro problema radica en que las leyes que se tramitan y la Constitución que se debate no generan las bases anímicas que requieren como sustento. Estas normas deben servir para que la acción colectiva y anónima de todo el país supere el palabrerío y reúna a todos para enfocarse al futuro.(El Mercurio)

Adolfo Ibáñez