Después de las elecciones y sobre todo de cara a la segunda vuelta presidencial, abundan los análisis que intentan explicar los resultados. Una tentación, en la que no pocos caen, es simplemente aprovechar la oportunidad de allegar agua al propio molino, para reafirmar, no siempre con argumentos y evidencia, las propias convicciones y así ganar terreno para una causa.
Trataremos de no caer en eso.
Lo primero que hay que decir, en ese intento, es que estamos muy encima aún de la primera vuelta para entender cabalmente lo que allí ocurrió, pero desde ya pueden esbozarse alguna hipótesis, que no son más que eso y que están sujetas a comprobación.
Las cuestiones que habría que explicar, a mi juicio, y en este orden de importancia son: una votación de Beatriz Sánchez y del Frente Amplio muy superior a la esperada; una votación de Sebastián Piñera menor a la esperada; un resultado para José Antonio Kast algo mayor al previsto (dos puntos en mi caso); y una performance de Carolina Goic menor a la esperada (también en el orden de los dos puntos).
Propongo dos claves para analizar estos resultados. La primera está en el eje de vieja política y nueva política, donde son importantes cuestiones tales como el desprestigio de los políticos y en general de las instituciones que representan poder, episodios de financiamiento irregular de la política o abuso de poder, edad y tiempo en la actividad de los políticos, etc.
A mi entender, todos estos factores están presentes en la sociedad chilena hoy y si bien no son el condicionante principal ni único de las decisiones de los votantes, tenían que tener una expresión que hasta ahora no se había manifestado con claridad en las elecciones. No podía ser que después de lo ocurrido los partidos tradicionales —la UDI y RN, el PS, el PPD y la DC— siguieran teniendo un control indisputado del Congreso y que los políticos tradicionales se reeligieran una y otra vez, más aun si se cambió el sistema electoral binominal por uno proporcional.
Creo que los mayores perjudicados por este fenómeno fueron los candidatos parlamentarios de la Nueva Mayoría, y los mayores beneficiados fueron Beatriz Sánchez y los candidatos al Congreso del Frente Amplio. En particular, resultaron dañados quienes fueron involucrados en financiamiento irregular de la política, los que se asociaron a situaciones de abuso de poder (pensión de Myriam Olate), y algunos de los políticos que llevan muchos años en la actividad o son identificados con “la cocina” en que se elaboran los acuerdos políticos.
Que las encuestas y predicciones no hayan anticipado este resultado, en el caso presidencial especialmente, tiene que ver con una cuestión técnica relacionada con el voto probable a partir de la existencia de voto voluntario en nuestro país. Como no saben quiénes de los que expresan preferencia por un candidato van a ir efectivamente a votar, las principales encuestadoras como CADEM y CEP utilizan algoritmos para identificar al votante probable. Una de las variables fundamentales para clasificar a alguien así es si votó en elecciones anteriores. Eso, que en un contexto distinto al chileno actual pudo ser razonable, no funciona si una cantidad importante de votantes de Beatriz Sánchez y el Frente Amplio son personas que tradicionalmente no votaban en las elecciones, ya sea porque son muy jóvenes o porque no tenían alternativas disponibles que los sedujeran.
Otro de los beneficiados por esta clave de vieja política versus nueva política fue Evópoli, que sin la magnitud del Frente Amplio, igual logró una interesante representación en el Congreso.
Así, el tan anunciado cambio de ciclo en la política chilena comienza a perfilarse, porque no podemos decir que cabalmente se haya producido si Sebastián Piñera y Alejandro Guillier van a disputar la Presidencia. Pero el Congreso ya empieza a reflejarlo y la centroderecha tendrá por fin que oír a aquellos de sus políticos, como Jaime Bellolio y Felipe Kast, que nos vienen diciendo que en el Frente Amplio estarán los adversarios del futuro.
La segunda clave que propongo para analizar los resultados es la de polarización de la política. El voto voluntario introduce un cambio en este sentido que aún no hemos asimilado completamente. Quien no tiene mucha intensidad en su preferencia puede perfectamente tomar la decisión de no votar, en cambio quien tiene una posición muy fuerte va a votar de todos modos. El otro factor que induce a la polarización es el cambio de sistema electoral. Dejamos atrás el binominal, corrigiendo algunos de sus defectos (como la poca competencia), pero abandonando también algunas de sus ventajas, como lo es la moderación que introduce a la política. La competencia entre dos bloques que se disputan al electorado los hace automáticamente tender hacia el centro, pues posiciones muy extremas no cautivarán al votante medio, que es moderado.
El sistema proporcional que tenemos ahora, en cambio, tiende a la fragmentación y a que se expresen todas las posiciones, incluyendo las más radicales. Por eso el gran perjudicado al eliminar el binominal fue la Nueva Mayoría, que se desfondó hacia la izquierda, lo que era perfectamente previsible pues ese sistema no favorecía a la derecha, como decía la consigna, sino a los bloques mayoritarios por igual.
La combinación de voto voluntario y sistema proporcional tiende a la polarización y a hacer muy difícil la vida para el centro político. Así se explica la cuasi desaparición de la Democracia Cristiana y la real desaparición de Ciudadanos y Amplitud. Sólo Evópoli escapó a esa suerte, por incluirse en una coalición política mayor y por verse favorecido por la otra clave de la nueva política. En la centroderecha, por otra parte, la importante votación de José Antonio Kast, que representa una derecha más dura, es también consistente con el voto voluntario, no así con el cambio en el sistema de votaciones, que sólo afecta a las elecciones parlamentarias.
Sebastián Piñera se vio afectado por algunas de estas cuestiones, como la identificación con la vieja política y el poder, y también por el voto voluntario, que favoreció más las posiciones de José Antonio Kast que la participación de votantes moderados a los que aspira el ex Presidente.
¿Qué hacer para la segunda vuelta? Eso lo dejamos para otra columna. (El Líbero)
Luis Larraín