En Chile coexisten varios sistemas de salud, que obedecen a diferentes modelos y filosofías de la seguridad social. La reciente discusión de la Ley Corta de Isapres no permite ver con claridad el valor de estas distintas experiencias, y considerar la generalización de los elementos clave que dan valor a un subsistema específico.
Es de interés analizar el caso de las mutuales de seguridad, creadas por ley el año 1968. Su foco central es la prevención de enfermedades asociadas al trabajo, junto a dar las atenciones de salud que el colaborador requiera, cubrir los costos de subsistencia mientras dure la condición que imposibilita el trabajo, entregar pensiones y brindar la rehabilitación.
Esta forma de seguridad social, que tiene más de 140 años de historia, se financia por cotizaciones entregadas por el empleador (0,9% de la remuneración), montos que pueden aumentar según el riesgo de la empresa. Es universal, solidaria, integral, igual para cada trabajador y las atenciones se dan por lo general en instalaciones propias de giro exclusivo. La satisfacción de los pacientes es de 80%, no hay listas de espera y no se sabe que exista el fraude sistemático de licencias médicas que es una sangría en otros sistemas.
Las mutualidades tienen dos ejes virtuosos: el quehacer fundamental es la prevención, mediante coordinadores de riesgo, y educación para la salud. Todo lo que se hace en prevención es invertir en capital humano, y en estructuras de aseguramiento de largo plazo, el beneficio llega también a trabajadores, productividad y aseguradores. Luego, la cotización es financiada por el empleador.
Cabe preguntarse, entonces, ¿por qué no adoptar para enfermedades no laborales una aproximación como la descrita?
Énfasis N °1.- educación para la salud. Lograr que cada persona comprenda su enfermedad crónica y colabore en su control es una palanca de equidad.
2.- Prevenir, a través de control de factores de riesgo (el factor principal en Chile hoy es un índice de masa corporal elevado).
3.- Diagnóstico precoz de enfermedades prevalentes y con buen tratamiento. La frecuencia de diabetes es 12% en adultos. La mitad de los afectados no lo sabe. Consecuencia: ceguera, amputaciones, muerte prematura, falla de los riñones.
4.- Financiamiento compartido con empleadores. Si solo se destinara uno de los seis puntos porcentuales en negociaciones de la reforma previsional, se apunta a una vejez con menos enfermedad. La cifra es del orden de $1,3 billones. Quizás es más eficiente invertir ahora en evitar enfermedades que destinar proporciones crecientes y regresivas para el gasto de medicamentos en la tercera edad.
5.- La supervigilancia de la Ley de Seguridad Social (16.744) está entregado a un ente autónomo, la Suseso, con autoridad elegida por Alta Dirección Pública y con menos riesgo de captura que, por ejemplo, Fonasa.
A veces, algunas soluciones están cerca. Hay que mirar bien y legislar antes que lo haga una sede judicial.
Jaime Mañalich