¿Qué está pasando en esta elección? ¿Cómo entender la virulencia? ¿Será culpa de los periodistas?
“No mates al mensajero” dice el refrán, porque no siempre la culpa es de quien entrega el mensaje, sino de quien lo elabora. Piñera y Guillier, cada uno a su modo, parecen buscar esos bolsones de votos olvidados (especies de oasis) que los harán triunfar. Paraísos perdidos en medio del desierto de la posverdad. Pero la decepción será grande cuando al acercarse descubran que eran meros espejismos.
Guillier sabe, como cualquier político, que debe buscarse un enemigo, pero ha sido osado al apostar por el odio. Dividir la sociedad entre quienes “hacen patria” y quienes no, para prometer luego “manos en los bolsillos” ajenos, no es más que un intento por exaltar las pasiones. Pero los chilenos, en su mayoría, no andan en esas. Ahora que el senador mira al Frente Amplio con tanto amor, debería ver lo cuidadosos que ellos son a la hora de transmitir mensajes de ese tipo. Y, aunque parezca lo contrario, el rechazo a Piñera no es suficiente para aunar voluntades: una prueba es que no restó ni un milímetro de ambigüedad y oportunismo al culebreo del Frente Amplio ante la segunda vuelta. Guillier al entregarse sin exigir nada ni enfrentar los ataques soterrados que involucraba la declaración de quien, además, ya le declaró la guerra en un posible gobierno, ha puesto la primera piedra de su propio mausoleo político.
Piñera, por su parte, anda en busca de la tierra del terror, esa en que la sospecha de lo peor es suficiente para ganar. Aquello no existe, porque a pesar de los empeños del actual gobierno, los chilenos aún ven relativa estabilidad, dudando la posibilidad de convertirnos en Venezuela. Los mensajes del sicario de Pablo Escobar o los supuestos apoyos de Maduro, caen en tierra incapaz de procesarlos por encontrarlos un poco ridículos o, al menos, exagerados. Un sector de la ciudadanía engancha, pero es menor.
Pareciera que algunos voceros de Piñera están más preocupados de encontrar la tierra prometida para su propio nicho que de ganar la elección. Felipe Kast, además de criticar a su propio candidato, habla de un centro liberal que no existe: Ciudadanos y Amplitud fueron borrados en esta elección (así como el progresismo con progreso de la DC). Quizás está pensando en futuras alianzas para su propia tienda, pero olvida que su apuesta por la renovación para consolidarse debe poner el énfasis en lo social y no tanto en temas de una élite. Insistir en lo que divide en una coalición es mala idea.
Quizás, la clave de la elección está en quién supera primero esta apuesta por el odio y el temor, volviendo a convocar voluntades que aunque no estén tan exacerbadas, al menos existen y concurrirán a votar. (DF)
Antonio Correa