Alivio sintió la mayor parte de la ciudadanía cuando casi dos tercios rechazó el borrador constitucional que redefinía y dividía Chile. Pero ha vuelto la incertidumbre sobre el proceso. ¿Se da por cerrado, se posterga reiniciar la discusión o se continúa el camino a un nuevo texto? En política es fácil que un triunfo derive en un fracaso (piensen en este gobierno). Por eso hay que sopesar bien cómo impedir que lo que fue una victoria del Rechazo se transforme en su propia derrota mañana.
Algunas razones para no pactar ahora la continuación del proceso constituyente:
- Es cierto que el Apruebo perdió por paliza. Fue la derrota más memorable de que tengamos recuerdo, porque nunca votó tanta gente y el Rechazo fue transversal en todos los sentidos (regiones, comunas, nivel socioeconómico, género, edad, raza, etc).
- Es verdad que el gobierno perdió también por paliza el plebiscito, porque el Presidente Boric se encargó de fusionar el resultado electoral con su programa refundacional, defendiendo el texto y convirtiéndose en el guaripolas de la campaña.
- Es indesmentible que Boric dijo que se votaban dos cosas, nada más, en el plebiscito: aprobar o rechazar el texto propuesto. Sin embargo, apenas perdió, giró el discurso hacia continuar el proceso constituyente.
- Es indiscutible que el art. 142 de la actual Carta Fundamental establece que “si la cuestión planteada al electorado en el plebiscito ratificatorio fuera rechazada, continuará vigente la presente Constitución”.
- Es muy probable que si hoy se hiciera una nueva votación, se impondrían quienes no quieren una nueva Constitución ni repetir el proceso con el desprestigiado instrumento de una convención constitucional.
- Es posible que los presidentes de los partidos de oposición le hayan dado muy rápidamente al gobierno el pase para continuar el proceso constituyente, a pesar de que éste no ha reconocido el fracaso de su opción en la derrota de sus ideas.
- Es evidente que ahora lo que le corresponde a La Moneda es abordar con urgencia los problemas que son prioridad de los chilenos (seguridad, delincuencia, terrorismo en el sur y el deterioro de la economía) y no continuar intentando influir o liderar el proceso constituyente.
- Es innegable que hay una fuerte corriente en los partidos opositores para postergar o no continuar con un proceso ya fracasado en términos de resultados.
Pero también es efectivo que:
1. En el plebiscito de octubre de 2020 arrasó la opción de hacer una nueva Constitución porque, aunque votaron pocos, se impuso el espíritu de obtener un texto que se sintiera como “la casa de todos” y el tema no continuara generando violencia.
2. Hoy, por primera vez desde el regreso a la democracia, hay unidad de criterios entre la derecha y la centro izquierda, que se unieron para derrotar al socialismo democrático y no democrático que se jugaron por el borrador propuesto por la Convención Constitucional.
5. Existe una oportunidad única que esa amplia parte del espectro político influya no solo sobre el nuevo texto constitucional, sino que actúe unido para moderar el ímpetu refundacional de este gobierno y para exigirle hacerse cargo del uso de la fuerza en el tema de la seguridad.
6. Los líderes de derecha, aunque eligieran no jugar un rol protagónico en la campaña del plebiscito, se comprometieron a continuar el proceso si triunfaba el Rechazo.
7. Como jamás lo soñaron esos dirigentes, hay mínimos comunes clarísimos acerca de qué no debe estar en el nuevo texto (todas las reivindicaciones extremas de las identidades feministas, diversidades sexuales, pueblos originarios, ambientalistas, etc.) y sobre lo que sí debiera añadirse (derechos sociales, mayor descentralización, reconocimiento de los pueblos originarios, entre otros).
8. Luego de la magnitud del resultado electoral, como nunca antes, la centroderecha puede negociar condiciones respecto a quien redactará y bajo qué condiciones se elegirán y aprobarán los convencionales y expertos.
9. Ignoramos si los vientos políticos pueden volver a cambiar al punto de repetirse el estruendoso fracaso que tuvo la centroderecha cuando no alcanzó ni el tercio de los electos en la Convención.
8. El argumento de tener la mayoría para descartar o postergar el proceso, sin siquiera considerar la minoría, fue el mismo planteamiento de los Atria, Bassa, Loncón y compañía que los llevó a redactar un producto tan sectáreo que fue rechazado por casi dos tercios de los chilenos.
9. Dejar el tema abierto puede retrotraernos a cuando los partidos democráticos de la ex Concertación se plegaron al Partido Comunista y al Frente Amplio para condicionar cualquier salida al clima de violencia revolucionaria que asolaba a Chile a iniciar el proceso por una nueva Carta Fundamental (declaración del 12 de noviembre de 2019).
En conclusión, aunque los argumentos son siempre debatibles, pocos países tienen una segunda oportunidad para enmendar una ruta que conduce al abismo. Los líderes de los partidos de oposición deberán responder a los casi 8 millones de chilenos que les dieron la chance de cerrar bien este proceso pensando en el bien común del país. Además de cumplir con su palabra. (El Líbero)
Pilar Molina