Manuel José Ossandón fue la estrella indiscutida del debate televisivo que reunió a los tres candidatos de la derecha. Fue él quien marcó el tono de la discusión y logró los momentos más álgidos. La mayoría de los analistas lo consideró un villano que terminó afectando su propia imagen. Lo cierto es que fue incluso más violento de lo que se esperaba, se enredó en algunas de sus intervenciones que no se entendieron y se le perdieron las preguntas que tenía para sus contrincantes. Sin embargo, resulta difícil evaluar cómo impactó a sus adherentes, aquellos que sintonizan con su discurso agresivo, contra el abuso y los privilegios de la elite, esos más de 300 mil votantes que lo llevaron al Senado, derrotando ni más ni menos que a Laurence Golborne, el héroe del rescate de “los 33”.
El candidato de Evópoli, Felipe Kast, ha sido el más interesante en cuanto a nuevas propuestas. Logró plantearlas, a pesar del clima del debate y de los ataques frontales de Ossandón, que incluso afectaron a su esposa. Hay consenso en que él se juega el segundo lugar en esta carrera, se le percibe como una figura naciente a la que aún no le ha llegado su momento.
Como suele ocurrir, el que va puntero hace lo posible por evitar la confrontación con quienes quieren apoderarse de la corona. Piñera no fue la excepción, evitó el debate hasta donde pudo, y tenía razón. No fue una buena noche para él. No supo lidiar con la agresión ni superar sus discursos preparados y repetidos.
Se sabía que Ossandón se lanzaría a su yugular. Y efectivamente lo golpeó de manera despiadada, como si estuviera frente a un saco de boxeo: boletas truchas, historias oscuras de sus inicios bancarios, encargatorias de reo, leyes corruptas en su Gobierno. Todo previsible, pero Sebastián Piñera pisó el palito, abandonó la compostura presidencial de la que había hecho gala en esta campaña y bajó al barro –como él mismo lo describió– para calificar al senador como “mentiroso profesional”.
Piñera se convirtió en un candidato como los otros. Pero quizás lo más relevante, con miras a la verdadera campaña: se mostró poco diestro para la discusión política que promete ser más exigente que en elecciones anteriores. En varias ocasiones se le vio en las cuerdas.
Más allá de las agresiones y golpes bajos, el ex Mandatario también estuvo débil frente a contenidos que seguirán en la discusión pública.
Así, por ejemplo, se negó a asumir que su intervención en el caso Barrancones fue un error, como se lo planteó Felipe Kast. Insistió en defender su conducta mientras su contrincante explicaba que “mesiánicamente” se había saltado la institucionalidad medioambiental que todos, y especialmente las autoridades, deben respetar. Piñera insistió –focalizándose en el fin por encima de los medios– en que había logrado salvar uno de los santuarios de la naturaleza más hermosos del mundo…
Pero no fue solo Barrancones lo que hizo saltar chispas entre ambos. Probablemente, lo que más incomodó a Piñera fue la interpelación de su ex ministro en materia de programas sociales. Kast fue rudo, le enrostró que en su programa gubernamental no hay una gran reforma estructural en lo social. Piñera intentó responder con su fórmula habitual, dando cuenta de lo hecho en su Gobierno, pero el candidato de Evópoli quería respuestas concretas e insistió: “¿Cuál es su gran programa social, el que va a cambiar la matriz de la igualdad de oportunidades en Chile? Dígame un programa social, uno grande”. El ex Presidente recurrió a la promesa de derrotar la pobreza en ocho años, a su programa de clase media protegida, pero Kast no lo soltó, lo llevó al callejón de la gratuidad en la educación universitaria, le dijo que tenía errores conceptuales graves y, por último, lo acusó de populista y le pidió que se hiciera un programa de Gobierno “sin calculadora electoral en la mano”.
La educación seguirá siendo prioridad en la elección de noviembre. En medio de tantas agresiones violentas, pasó prácticamente inadvertida la crítica de Manuel José Ossandón a los liceos de excelencia creados durante el mandato de Piñera.
Uno de los mejores liceos de este tipo está precisamente en Puente Alto, y fue el propio Piñera quien le preguntó al ex alcalde por qué no deseaba continuar con dicho programa. La respuesta de Ossandón fue clara: porque se trata de una política pública discriminatoria y clasista, que mantiene las desigualdades en vez de emparejar la cancha. Lo relevante es que son muchos los especialistas que piensan lo mismo.
Como si no bastaran los encontrones con sus adversarios, Piñera también se enfrentó a Matías Del Río. El periodista de TVN tocó dos temas, delincuencia y productividad, y en ambos entregó cifras específicas de informes prestigiados: Paz Ciudadana señala que durante su Gobierno (2010-2014) la victimización aumentó de 34,2% a 43,5%; por su parte, la Comisión Nacional de Productividad estableció que la desaceleración de la productividad fue especialmente marcada en el mismo período. El ex Presidente se negó a responder al respecto, descalificó los informes y, en ambos temas, acudió a otros estudios, cuyos resultados sí lo favorecen. Los datos entregados por Del Río seguirán dando que hablar.
Si no hay una sorpresa –porque el pueblo inesperadamente dice otra cosa– el próximo domingo Sebastián Piñera será el candidato oficial de Chile Vamos. Será el comienzo de la verdadera campaña presidencial.
Cabe preguntarse si los candidatos de noviembre –especialmente Piñera– aceptarán un debate como el de esta semana, en el cual no funcionan las frases hechas y los aspirantes a La Moneda pueden interpelarse. (El Mostrador)
Patricia Politzer