¡Pobre juventud!-Vanessa Kaiser

¡Pobre juventud!-Vanessa Kaiser

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Siempre será cierta la historia del rey desnudo denunciado por un niño que representa uno de los rasgos arquetípicos de los jóvenes; decir la verdad. ¿Por qué perdemos esa capacidad en la medida que nos hacemos adultos? La respuesta puede abordarse desde distintas perspectivas.

Una de ellas es la realidad: los adultos tenemos cierta consciencia de los riesgos que pueda comportar ser sincero debido a los diversos compromisos que asumimos. Planteado en simple, las relaciones sociales y económicas dependen de que sepamos adherir a la opinión del momento, aunque estemos en desacuerdo. Ese hecho implica que perdemos cierto grado de libertad a la hora de expresar lo que pensamos.

En paralelo a los jóvenes se les perdonan los exabruptos de honestidad y los caminos desviados que se atribuyen no a su maldad o interés desmedido, sino a su falta de experiencia. ¿O no fue esa la cantinela a la que nos acostumbraron los opinólogos desde diversos medios de comunicación para persuadirnos de que la pésima gestión del gobierno es por ignorancia y no porque con ella se está ejecutando el plan de refundación del país?

En el contexto descrito llama la atención la crítica que desde sectores de la derecha se ha desplegado en contra de los jóvenes del Partido Republicano por un video en el que afirman que Chile no merecía sucumbir al totalitarismo que nos estaba imponiendo el gobierno ilegítimo de Salvador Allende. “Celebramos el actuar de las FF. AA. el 11 de septiembre de 1973” y es hora de comprender, “sin complejos la historia de nuestro país”.

Era esperable que la izquierda antidemocrática reaccionara furibunda ante su atrevimiento, puesto que osaron invadir el espacio público, destinado durante décadas al uso exclusivo y monopólico de jóvenes allendistas, guevaristas, marxistas, anarquistas y, más recientemente, feministas. Desde los pingüinos a la Primera Línea, antes en el Congreso, ahora en el gobierno, la derecha ha rendido honores a la lucha por la destrucción del modelo neoliberal emprendida por escolares y universitarios adoctrinados por el marxismo.

A diferencia de lo que se ha dicho, no creo que ello se deba a complejos o culpas. Más bien se observa una doble moral -pienso en privado lo que niego en público- que ha sido el combustible de la retroexcavadora socialista primero, y octubrista después.

Difícil para los jóvenes republicanos entender a sus críticos, puesto que la doble moral es un fenómeno psíquico que tergiversa y distorsiona verdades innegables, como que no fueron los militares quienes atentaron contra la democracia, sino Allende y sus compañeros de lucha. Tampoco llegaron los militares al gobierno debido a su avidez irrefrenable por el poder, sino porque todo Chile clamaba su intervención. Por último, el quiebre democrático no puede atribuirse a las FF. AA., dado que nuestra democracia yacía en el cementerio desde que el gobierno de la Unidad Popular fuera declarado ilegítimo por el Poder Judicial y el Poder Legislativo. Estamos ante la verdad fáctica, archiconocida por quienes hoy levantan el dedo acusatorio en contra de los jóvenes que dicen la verdad, pero la doble moral cumple su función, protegiendo redes, intereses, amistades, etc. Profundicemos.

A diferencia de lo que sucede en Venezuela, donde los ciudadanos claman por un retorno de la democracia, lo que se propuso la UP fue destruir la democracia, régimen burgués que comunistas y socialistas siempre han denostado. Un buen recordatorio se encuentra en la entrevista que Rosario Moreno hace a Eduardo Artés en este mismo medio. De la conversación se desprende que los comunistas nunca han abandonado su vocación por la violencia, el derramamiento de sangre en guerras civiles y la imposición de su régimen de dominación total. En este contexto cabe preguntar: ¿es legítimo que un país se defienda? En 1973 los chilenos reaccionaron a una agresión que comprometía sus vidas y esclavizaba a las generaciones por venir. La pregunta a los críticos de la honestidad de los jóvenes republicanos es: si se enfrentaran a la misma situación, ¿preferirían bajar los brazos y dejarse esclavizar como le ha sucedido a los cubanos? Si la respuesta es afirmativa, entonces no existe la doble moral de la que hablábamos, pero estamos ante un tipo de psiquis cuya debilidad Friedrich Nietzsche describió en los siguientes términos:

Hay un punto en la historia de la sociedad en el que el reblandecimiento y el languidecimiento enfermizos son tales que ellos mismos comienzan a tomar partido a favor de quien los perjudica, a favor del criminal, y lo hacen, desde luego, de manera seria y honesta. Castigar: eso les parece inicuo en cierto sentido —lo cierto es que la idea del «castigo» y del «deber castigar» les causa daño, les produce miedo. «¿No basta con volver no-peligroso al criminal? ¿Para qué castigarlo además? […]»— la moral del rebaño, la moral del temor saca su última consecuencia con esta interrogación (Más allá del bien y del mal).

Esta discusión que parece añeja, es la madre de las batallas en el Chile del presente, porque nos enfrentamos al avance irrefrenable del mamarracho que amenaza con refundar la República, al tiempo que el Poder Judicial presenta fisuras dramáticas, las FF.AA. y de Orden están neutralizadas y el crimen organizado se entroniza ante el Estado fallido, gobernando a sectores cada vez más amplios de la población. Tampoco podemos olvidar que el 18-O fue un golpe de Estado y que los golpistas han advertido en diversas ocasiones que volverán a la carga apenas las circunstancias lo permitan. Piense que por Artés votaron más de cien mil personas en las elecciones de 2021. ¿Qué harán los críticos de la derecha cuando, nuevamente, un par de decenas de miles de fanáticos del socialismo del siglo XXI se decida quemar Chile e imponernos un régimen tipo venezolano?

¡Pobre juventud! Tendrá que aprender que, aunque los viejos estén presos de una doble moral o sean víctimas de una fragilidad psíquica que anula su capacidad de resistir la maldad, el único camino es luchar por la libertad de todos, puesto que, de no hacerlo, perderemos también la nuestra. (El Líbero)

Vanessa Kaiser