El actual gobierno se caracteriza por propender agresivamente hacia una mayor igualdad en la distribución del ingreso, que no es lo mismo que reducir la pobreza. Muchos no distinguen entre ambos conceptos, pero no es el caso del Ministro de Desarrollo Social, Marcos Barraza. En una iluminadora entrevista televisada, Barraza sostuvo correctamente que el combate a la pobreza no necesariamente conduce a una distribución del ingreso más igualitaria, en cambio lo contrario sí tenía que ocurrir necesariamente. Esta última noción es esencialmente equivocada, conceptual y empíricamente.
El error principal es suponer que los esfuerzos de redistribución no afectarán, por un lado, los incentivos a trabajar e invertir y, por el otro lado, a la calidad en la asignación de los recursos. Ambos efectos, sin duda, reducen el (crecimiento del) Producto, y a igualdad de distribución del ingreso, neutralizan -parcial, total o más que totalmente- la acción redistributiva. Como consecuencia, el resultado neto de tal acción sobre los sectores de menos ingresos termina siendo un asunto empírico. Sin embargo, no cabe duda alguna que el ejercicio no será en ningún caso positivo para la clase media, dado que tenderá a no estar directamente involucrada en la acción redistributiva.
¿Qué nos dice la literatura empírica acerca de los efectos sobre la pobreza de la redistribución de ingresos y del crecimiento económico? A nivel internacional existe una vasta literatura cuyos resultados sugieren que en la práctica, espectacularmente a largo plazo, el crecimiento económico es casi el único instrumento efectivo en reducir la pobreza (Fraay 2006). Y aquí en Chile, sobre todo los valiosos trabajos de Osvaldo Larrañaga,también indican que el crecimiento económico ha sido el instrumento más efectivo para reducirla.
Afortunadamente existen una serie de medidas que pueden contribuir a lograr, simultáneamente, una reducción de la pobreza, y una menor desigualdad (OECD 2012). La educación es la principal de ellas y el Gobierno -correctamente- ha identificado su reforma como de máxima prioridad. Sin embargo, por motivos ideológicos y de política electoral, el Gobierno ha descuidado por completo el mejoramiento de la calidad de la educación, para concentrarse casi exclusivamente en una vergonzosa repartija de recursos entre proveedores y estudiantes.
Si deseamos tener una sociedad más inclusiva debemos procurar eliminar la pobreza, condición necesaria -pero no suficiente- para darles la oportunidad a todos nuestros compatriotas a realizarse plenamente. La evidencia empírica nos sugiere que casi el único medio efectivo para lograr tal eliminación es el crecimiento económico. Dado que la mayoría lo ha vivido, los chilenos no pueden negar el impresionante progreso al respecto. No obstante, estamos lejos de haber completado el camino. Por ello debemos tener presente que simplemente no es cierto que la redistribución de ingresos necesariamente tiene como consecuencia una reducción de los niveles de pobreza y la anhelada igualación de oportunidades.