El viernes 10 de enero de 2025 el Presidente Boric firmó en la planta de ASMAR Talcahuano la “Política Nacional Continua de Construcción Naval”, llevando lo que hasta recientemente era básicamente un plan de la Armada, a lo que es una política nacional sobre la materia, lo que implica un importante apoyo a la construcción naval en todo Chile, ya que esta política no se limita a la actividad de ASMAR, sino que incluye a toda la construcción naval nacional.
Dicho lo anterior, que sea política no quiere decir que tenga el financiamiento asegurado, que en el caso de la Armada viene dado por la ley de financiamiento de capacidades estratégicas, que reemplazó a la antes llamada ley del cobre. Sí implica que cuenta con el apoyo del gobierno de turno, corriendo el riesgo de perder importancia si el que sigue no tiene interés en la materia.
Estos documentos de política o también conocidos como “policy papers”, son habituales en importantes materias estratégicas nacionales, como son el caso de la política oceánica, la antártica, y la de defensa, con algunas de mayor impacto, como es defensa o antártica, y otros que nacieron en mala fecha como fue la política oceánica, que siendo muy buena, fue publicada en el último día del gobierno de Bachelet 2, no recibiendo el apoyo esperado de parte de la segunda administración de Sebastián Piñera, que no llevó a cabo la implementación de la gobernanza oceánica y el control de lo que debían hacer los distintos ministerios y servicios estatales, algo en que el gobierno de Boric tampoco se aplicó.
Nada asegura el éxito de la política de construcción naval, pero tiene algo a su favor el que la marina necesita buques tanto para sus propósitos de combate, de soporte logístico y servicios marítimos, buscando esta política que la parte principal de las necesidades navales sea atendida localmente en astilleros nacionales.
Para tener órdenes de magnitud, la Armada necesita mantener en su parte principal las capacidades actuales que tiene, las que son del orden de 8 fragatas, 4 submarinos, 2 petroleros de flota, 4 buques multipropósitos anfibios, 4 o más buques de patrullaje marítimo de alta mar del tipo OPV, y otros más del tipo remolcadores, rompehielos, buques oceanográficos, patrulleros y lanchas patrulleras entre otras. Eso, además de los medios aeronavales y los que necesita la Infantería de Marina.
Lo más reciente entregado por ASMAR es el rompehielos Viel, el buque oceanográfico Cabo de Hornos, y los patrulleros oceánicos del tipo OPV, que se completa con una larga historia previa en la materia, y que además se agrega a los bellos buques que construye ASENAV en Valdivia, más lo realizado por astilleros más pequeños ubicados en el norte y sur del país, y las capacidades que esos mismos astilleros entregan en materias de reparaciones, modernizaciones, mantenciones y carenas de buques nacionales y extranjeros, sean mercantes o navales, incluyendo plataformas complejas como son los submarinos y las unidades de la Escuadra nacional.
Actualmente ASMAR está concentrado en la construcción de dos buques multipropósitos anfibios que son parte del proyecto “Escotillón IV”, el que posteriormente considera otros dos más, pero que aún no están autorizados, con lo cual se reemplazaría el Aquiles, el Aldea y las dos barcazas del tipo Batral actualmente en uso, todo por un costo de un poco menos de US$ 1.000 millones. Eso tendrá a ASMAR ocupado por a lo menos unos cuatro años más, y en donde ASENAV también tiene una parte importante en el desarrollo del proyecto, como también múltiples proveedores locales que hacen que aproximadamente un 50% del costo quede en Chile, y la consecuente mano de obra que ello implica.
La idea de la Armada, que no es necesariamente compartida por todos los especialistas, es realizar localmente la construcción de las 8 fragatas que reemplazarían a las actuales en uso, estimándose cada una a un costo de US$400 millones, y quien sabe, también el reemplazo de los submarinos.
Digo no compartida ya que hay quienes indican que las fragatas y submarinos o bien se construyen en el extranjero, o se adquieren de segunda mano, siendo los argumentos el costo de las unidades nuevas de combate que empujaría a buscar unidades usadas en buenas condiciones, y dos, que ASMAR y ASENAV no tienen las economías de escala que permite obtener costos más razonables y no correr riesgos en la construcción, algo que ha sucedido anteriormente en otros países, incluyendo algunos muy desarrollados, pero no necesariamente localmente.
Chile tiene un potente caso de negocios que justifica tener una Armada bien equipada y con buenos buques. Somos un país con una extensa zona económica exclusiva, con intereses tricontinentales y que depende de su comercio exterior para su supervivencia, algo que evidentemente se realiza por mar y coloca presión en la marina que es quien debe asegurar que ello ocurra. Ello lo entienden los marinos y los expertos en el tema, pero no necesariamente los políticos que deben decidir sobre el tema de las capacidades de la Armada.
La derecha siempre se aproxima al tema desde un criterio economicista, es decir, se compran o construyen donde sea más eficiente. La izquierda y centroizquierda no se fijan tanto en ello, les encanta la industrialización local, y lo que genera mano de obra, mejor aún si ello ocurre en la región del Bio-Bio, lo que en alguna medida deja la suerte de la política de construcción en manos de quien lidere el Ejecutivo, de las fuerzas políticas que se miden en el Congreso, y la prensa.
La Armada es más práctica, necesita buques ya que sin buques no es una marina. Si son construidos localmente, bueno está, y si vienen de afuera, también bueno está, pero dicho eso, hay una inclinación porque se construyan localmente debido a que permite y ayuda a que los astilleros locales mantengan sus capacidades en materias de reparaciones, modernizaciones y mantenciones.
Ejemplo de lo anterior son la adquisición en 2020 de dos fragatas usadas clase Adelaida a Australia, las que estaban en óptimas condiciones, a la vez que, en paralelo, localmente se construía el Viel, un rompehielos de clase mundial que refleja lo que localmente somos capaces de hacer.
Por de pronto los esfuerzos están en los 4 buques multipropósitos anfibios que son parte del proyecto Escotillón IV, pero se avecina una interesante discusión por la renovación de los buques de la Escuadra y de la Fuerza de Submarinos, algo que puede llegar a costar US$5000 millones, pero eso sí, repartidos a lo largo de varios años. Las marinas de guerra no son baratas y su equipamiento siempre es materia de discusión, por lo que apróntense para la que viene. (El Líbero)
Richard Kouyoumdjian