No puedo estar más de acuerdo con lo dicho por el Presidente Boric recientemente respecto a que “no da lo mismo quién gobierne” y que son importantes, “más allá de las caras que se ven en las campañas electorales”, las ideas, los partidos que apoyan a los candidatos y cómo ellos se han comportado históricamente.
Estoy convencida de que uno de los desarrollos más nefastos de los recientes tiempos es la tendencia creciente de votar por “personas” y no por lo que esas personas piensan y representan. Las elecciones son, por sobre todo, decisiones que atañen al tipo de sociedad que queremos construir para el futuro y cómo y bajo qué sistemas queremos organizarnos como comunidad política.
En los próximos días, en que habrá segunda vuelta para elegir gobernadores en varias regiones del país, lo que está en juego no son meramente distintas personalidades o cualidades personales de los candidatos, sino los proyectos futuros que ellos representan y estos se pueden juzgar por las conductas pasadas, las fuerzas e ideas por las cuales ellos se han jugado, las alianzas que ellos han tenido en su pasado reciente, y cuáles son sus actuales compañeros de ruta.
Es indudable que en Chile, desde hace mucho tiempo, conviven dos visiones de país, al parecer antagónicas e irreconciliables. Es esta fractura la que quedó graficada nítidamente en el proyecto constitucional de la Convención, que dio lugar a su rechazo por una gran mayoría en el plebiscito del 4 de septiembre de 2022. Se trataba de una propuesta radical de cambio del sistema democrático liberal representativo, de economía libre, de derechos individuales constitucionalmente garantizados, del país como Estado unitario, de la igualdad ante la ley y del derecho de los padres a ser los principales responsables de sus hijos, entre otros. En lógica, todos quienes se opusieron a dichas transformaciones y vieron en ellas una amenaza a la libertad no deberían, por motivo alguno, votar por candidatos que apoyaron con entusiasmo e hicieron campaña a favor de aquel texto que cambiaba los fundamentos básicos de nuestro sistema económico, político y social.
Es preciso tener presente que dichas ideas refundacionales permanecen incubadas en el seno del Frente Amplio y del Partido Comunista que hoy nos gobiernan, y forman parte de su ideario irrenunciable. En este sentido, lo que está en juego en los próximos comicios no son solamente problemas administrativos futuros, sino que, en la medida en que aún hay diferencias que no son marginales (como en las democracias desarrolladas), sino medulares, que se refieren a elementos sustantivos de nuestra estructura constitucional, y mientras sigamos al borde de ideas proclives a la permanente refundación, las alternativas siguen siendo, por una parte, las ideas propuestas por el gobierno actual y de la mayoría de los partidos que lo conforman, y aquellas representadas por los candidatos de la oposición, por la otra.
En suma, es preciso tener presente que los candidatos apoyados por la izquierda extrema representada por el Partido Comunista y el Frente Amplio implícitamente son partidarios, o al menos cómplices, de la reconstrucción de la sociedad de acuerdo a aquellos parámetros promovidos por aquellos y que buscan la transformación de la sociedad a partir de la idea única rectora del igualitarismo, en aras de la cual están dispuestos a sacrificar todas las otras aspiraciones legítimas existentes en una sociedad diversa y plural, incluida la libertad.
No debemos olvidar, entonces, que en una democracia lo que de verdad importa no son las apariencias o encantos superficiales de un candidato, sino las ideas, pues son ellas las que en el último análisis determinan el curso del futuro y por ello deben enfrentarse con coraje y lucidez. Precisamente, porque importa quién gobierna. (El Mercurio)
Lucía Santa Cruz