Postas, retenes y escuelas

Postas, retenes y escuelas

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En Washington DC, Kamala Harris sacó el 93% de los votos. Claramente el establishment de políticos y funcionarios no quería a Trump. Todo el resto del país quería mandar a Trump a sacudir la capital de grasa, de ineficiencia, de aprovechamiento, de modorra, de negligencia, de esas características que lamentablemente también se están enquistando en nuestro aparato público y que la izquierda no ha hecho más que empeorar, contratando más de 150 mil funcionarios adicionales, que trabajan menos y ganan más que en el sector privado.

Javier Milei salió elegido Presidente de Argentina haciendo campaña con una motosierra, para demostrar lo que iba a hacer con un Estado que los políticos hicieron crecer desenfrenadamente para darles pega a amigos, camaradas y familiares.

Trump decidió poner a dos millonarios que trabajarán ad honorem a cargo de una oficina pública que se creó con fecha de vencimiento, para que nadie se aperne, con el solo objeto que simplifique, desregule, achique el Estado y disminuya el gasto en 3 billones (trillions) de dólares, que representa el 25% del gasto fiscal. Esto lo hace un país que tiene pleno empleo (un inmigrante se demora 3 días en promedio en encontrar trabajo), una economía creciendo más que Chile y donde me consta es mucho más fácil invertir y desarrollar proyectos que acá.

En nuestro Chile, mientras tanto, el Gobierno baja la jornada de trabajo; dicta la ley Karin, que tiene colapsados de denuncias los departamentos de recursos humanos de las empresas; contrata más de 200 mil empleados públicos nuevos, alcanzando a 1.250.000 la cantidad de asalariados del sector público; la ministra Jara quiere que el Estado se meta a administrar nuestros ahorros previsionales, y el ministro Marcel, que es el adulto responsable del grupito, ha subido la deuda pública, se ha gastado los ahorros del Estado y quiere subir impuestos.

El Estado de Chile hace crisis, las listas de espera en los hospitales son una vergüenza y la respuesta del Gobierno es perseguir al sector privado, que presta mejores servicios y gasta menos por paciente que el sector público. La cantidad de hospitales, carreteras y OOPP detenidas porque se encontró una punta de flecha, o un pedazo de cerámica o una lagartija o un matorral que podríamos reproducir cientos en un vivero resulta francamente inmoral para los millones de chilenos que están esperando una atención de salud, o acortar sus viajes al trabajo o acceder a una vivienda. Las obras hoy tienen más arqueólogos, zoólogos y paleontólogos observando que obreros construyendo y como en el Estado nadie paga el costo, a nadie le importa.

Nuestro Estado devino en el leviatán. Los funcionarios, en vez de servir a la comunidad que los financian, se dedican a estorbarlos. Tratando de construir una red de seguridad para cuidarnos de la cuna a la tumba, construimos un techo que nos impide volar. El Presidente Boric tenía razón: en Chile la izquierda enterraría el neoliberalismo y le pasarían una retroexcavadora manejada por antropólogos de la Arcis. Lo que no dijo es que entremedio lo torturarían lentamente en potros medievales, lo someterían a procesos kafkianos y lo humillarían con inquisidores, para que expíe sus culpas de habernos sacado de la pobreza, el estancamiento y la mediocridad.

El próximo gobierno, si quiere devolver la esperanza a la gente, deberá necesariamente ser disruptivo y temerario. Respaldar a los policías y perseguir a los criminales, eliminar reparticiones públicas obsoletas, disminuir impuestos, simplificar burocracia y permisos, limitar la judicialización de proyectos y recuperar la capacidad de despedir funcionarios incompetentes. La columna vertebral de Chile son sus escuelas, sus retenes y sus postas. En ellos el Estado debe prestar buenos servicios, y al igual que en el sector privado, se debe poder despedir a los que sacan la vuelta, a los que presentan licencias truchas, a los que salen a fumar cada media hora, a los que se les muere un pariente una vez al mes, los que siempre están en hora de colación, los que dejan la chaqueta y se van al Teletrak. En fin, usted los conoce y Chile los padece todos los días. (El Mercurio)

Gerardo Varela