Preguntas a la oposición

Preguntas a la oposición

Compartir

La oposición está aterrada por el caso Audios, y habla de los desastres del Gobierno o, en menor medida, de las elecciones municipales que vienen. Es comprensible, pero ¿quién se preocupa del país? ¿Dónde están las propuestas concretas para sacarnos de la lastimosa situación en que nos hallamos, una realidad donde la inoperancia de este gobierno o la corrupción son solo algunos datos del problema?

Estamos a poco más de un año de las elecciones presidenciales. Para la oposición, hay dos maneras de ganar, y sus resultados son muy distintos según se siga uno u otro camino. La primera es: “Voy a ganar, porque me toca a mí”. Esa ha sido la tónica de Chile en los últimos quince años, con la alternancia entre Bachelet, Piñera y Boric. En ese caso, ¿qué harán los nuevos gobernantes? Se limitarán a administrar el Estado durante un cuadrienio; darán trabajo a los amigos; intentarán detener un poco el deterioro creciente que afecta al país, y puede que logren mejorar la economía. Luego, pasados esos cuatro años, le entregarán la banda presidencial a Boric, Vodanovic o quien sea, porque los ciudadanos se habrán desilusionado y buscarán otra cosa. Pienso que Chile merece mucho más que ese ciclo fatal y sin sentido, donde las propuestas políticas tienen una pronta fecha de caducidad.

La otra forma de ganar una elección es presentar un proyecto claro al país, que muestre que hay alguien que es capaz de pensar más allá de las urgencias inmediatas. La cuestión decisiva no es el nombre de quien reciba la banda presidencial de manos de Gabriel Boric, sino qué va a hacer a partir de ese momento y con qué respaldo conseguirá sacar adelante esas medidas que Chile necesita con urgencia.

Todo esto supone resolver algunas cosas importantes. De partida, sabemos que en la oposición hay agrupaciones que poseen sensibilidades muy diversas. Quien gane, ¿tomará en cuenta esa diversidad? ¿O pretenderá gobernar como si el resto no existiera y, a lo más, irá a pedir apoyo parlamentario para conseguir la aprobación de ciertas medidas particulares? En ese caso, llegará al final de su mandato con la frustración de haber podido hacer muy poco.

Si esto es así, cabe formularle algunas preguntas a la oposición. ¿No será el momento de ponerse de acuerdo entre Chile Vamos, republicanos, Amarillos y Demócratas en algunas medidas que todos apoyarán, independientemente de quién de ellos conduzca al país? En este caso, habría que hacerlo cuanto antes, y no cuando uno de ellos esté en La Moneda y ya haya empezado a correr la cuenta regresiva de los cuatro años del gobierno.

No estoy proponiendo aquí una coalición de gobierno que vaya desde Micco y Rincón a Kast. Simplemente, se trata de encontrar ciertas coincidencias con la debida antelación, una base que permita proponerle pronto a la ciudadanía ciertas medidas que gozarán de la ventaja de ser viables, porque responderán a un acuerdo amplio.

¿Significa esto que los programas de gobierno de los distintos partidos de oposición tendrán algunas partes similares? Efectivamente. Y esa falta de originalidad puede ser una gran ventaja política, porque me temo que la ciudadanía no tiene gran interés en apoyar proyectos únicos, dogmáticos y excluyentes. No creo que yo sea el único habitante del país que experimenta desagrado al ver a unos políticos que pelean todo el día.

Para ser viable, este acuerdo de todas las fuerzas que estuvieron detrás de la opción Rechazo en el plebiscito del 4 de septiembre de 2022 debería ser acompañado de dos actitudes adicionales. La primera es que estos acuerdos deben ser capaces de incluir ciertas medidas poco simpáticas, pero imprescindibles. Necesitamos políticos que sepan hablarle al país con la verdad, de mostrar a los ciudadanos que ninguno de los graves problemas que nos aquejan puede resolverse sin una cuota importante de sacrificio. Por dar un ejemplo, pienso en el alza de las cotizaciones previsionales o un aumento en la edad de jubilación. ¿Puede un sistema de previsión como el nuestro o cualquier otro resistir la situación actual, donde el alza de las expectativas de vida es muy distinta de hace 45 años, cuando se diseñó la legislación que nos rige? Esta actitud parece ser un suicidio político, pero en realidad es una condición de sobrevivencia de cualquier proyecto que busque trascender.

Aquí no es suficiente limitarse a no prometer ilusiones. Como mucha gente imagina que basta con que se vaya la inoperancia política del FA/PC para que todo mejore, es necesario ser muy claros. ¿Alguien piensa, en serio, que el problema de la violencia o el de la inmigración ilegal se arreglará en cuatro años? ¿O que basta con un cambio de gobierno para que vuelva en masa la inversión extranjera? Otro tanto cabe decir del déficit de vivienda, con la terrible realidad de los campamentos, o de nuestra calamidad educacional. Hay que decir explícitamente a los chilenos que vienen tiempos muy difíciles, no es suficiente limitarse a no mentir.

Muchas cosas se podrán decir del excéntrico Milei, pero hay que reconocerle que habló a los argentinos con la verdad. Y, contra todos los pronósticos, ha mantenido una popularidad que no es frecuente en Sudamérica. La gente que votó por él sabía lo que venía, y cuando llegó el rigor anunciado no pudo desilusionarse.

Decía que la primera actitud que hoy se requiere es la necesidad de invitar a los ciudadanos a ser muy realistas y no esperar una rápida mejora, que no vendrá. La segunda, en mi opinión, debería ser explicar muy claramente que ni el mejor de los presidentes es capaz de gobernar si tiene un Congreso como con el que debió lidiar Sebastián Piñera. La persona que encabece la carrera presidencial de la oposición tendrá que decirle al país que sin un Parlamento sensato no podrá hacer nada.

Normalmente, los políticos mendigan los votos de los electores. Me temo que la única actitud viable será apelar a su racionalidad, y estar dispuesto a perder si es necesario. Si resulta, al menos podrá gobernar. ¿Quiere decir, entonces, que en política todavía cabe apelar al patriotismo? Efectivamente: más allá de la globalización de las derechas y del internacionalismo de las izquierdas, la patria sigue siendo una categoría política fundamental. (El Mercurio)

Joaquín García Huidobro