Primarias o muerte

Primarias o muerte

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Mientras miramos por las ventanas en un 2020 eterno y gris, viene pronto el ciclo electoral, incluyendo la elección presidencial. En abril se abren los fuegos con la elección municipal, en un aparente segundo plano por el fervor constitucional que vivirá el país, en el caso altamente probable de que gane la opción “apruebo” en el plebiscito de octubre.

Esta elección municipal tiene varias particularidades. La primera es la fecha, al ser en abril debido al desplazamiento electoral asociado a la pandemia del Covid, y en paralelo a la de constituyentes. Pero también implica la mayor renovación en política municipal debido a la norma que colocó el Congreso que limita la cantidad de períodos en un cargo de elección popular. Se va a producir, entonces, de manera natural, una renovación de nombres.

Acá hay una oportunidad, y también una amenaza para el sistema político. Por un lado, las nuevas caras hacen siempre más atractiva la política, pero si ellos salen de acuerdos cupulares, o de la vieja regla feudal que son los partidos los dueños de los municipios, seguirá el mismo desprestigio de siempre. Por ello, se vuelven inevitables las primarias como mecanismo de decisión de candidaturas para todos los sectores.

Dentro de los partidos hay quienes suelen temerles. Tienen un alto costo y los problemas asociados a la participación generan dudas sobre sus resultados. Tampoco garantizan un buen resultado electoral, como pasó la vez pasada en varias comunas, donde ganadores de estas contiendas tuvieron malos resultados en la boleta final. Pero dados los tiempos, no queda más remedio que hacerlas. Parafraseando a los revolucionarios de antaño, la consigna ahora para los partidos políticos es primarias o muerte.

Estas generan también un movimiento de gente que se hace necesario en un país de poca participación. La tensión electoral asociada atrae a los medios y, por tanto, a las audiencias. La mejor prueba de ello fue en la pasada elección presidencial, cuando el Frente Amplio se decidió por ese mecanismo, mientras que, en la Nueva Mayoría, en una decisión llena de idus de marzo, se decidió por un candidato único, sin pasar por elección previa.

La presencia en TV y los debates posicionaron a una desconocida y atractiva Beatriz Sánchez, permitiéndole rozar los resultados del candidato oficialista. Solo una arremetida territorial en las últimas semanas, con herramientas de big data, del comando de Guillier, evitó una derrota en primera vuelta que habría cambiado el mapa político en el país.

Los tiempos han cambiado. La explosión social de octubre tiene también entre sus explicaciones un descrédito total del sistema político, y en especial a las decisiones cupulares. A raíz de las municipales, el recambio si no es validado por primarias tendrá ese olor a acuerdo entre cuatro paredes con una ciudadanía mucho más impaciente. Las primarias no son solo una necesidad, sino una oportunidad para los partidos de ampliar su base electoral y vacunarse prontamente contra las críticas de todo tipo.

En otros países donde este mecanismo está más institucionalizado, terminan siendo una fiesta de la democracia, y los temores de división o similares están superados. Prueba de ello es la buena vibra entre Biden y Kamala Harris, pese a que se dijeron de todo en la primaria. O más cerca aún, la irrupción de Lacalle Pou, que ha significado una renovación en la derecha uruguaya, se debe mucho al fervor que se generó en primarias. (La Tercera)

Carlos Correa

 

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