El gobierno de la Nueva Mayoría ha planteado refundar el país. Ha cedido al populismo, prometiéndole a la ciudadanía mayor bienestar con las mismas reformas de una izquierda trasnochada y escudándose en un famoso «programa de gobierno» que dicen que todos los chilenos conocimos durante la campaña presidencial. ¿Y qué contiene ese programa? Más Estado; más parlamentarios; financiamiento a los partidos políticos con recursos de todos los chilenos; aumento de impuestos que terminan perjudicando a la clase media; reformas laborales que hacen más rígido el sistema, perjudicando a quienes todavía no tienen empleo; ataque a los empresarios y emprendedores; pretensiones de cambiar la recién aprobada Ley de Pesca, etcétera.
Todo esto ha generado pérdidas de confianza. El propio presidente del Banco Central, organismo autónomo y técnico, ha dicho: «Un elemento clave en esta tarea es que hogares y empresas recuperen la confianza en que el ambiente económico será el adecuado para el desarrollo de sus proyectos». Pero, ¿qué confianza puede entregar un gobierno que ha dicho que va a crear una nueva Constitución, y que cuando se le pregunta cómo lo hará, qué modificará, qué mantendrá, no sabe qué responder?
Por esta razón, el Banco Central en su proyección de crecimiento para 2015, bajó sus expectativas, del 3,5% proyectado en septiembre pasado al 2,8%.
Lo curioso es que gracias al modelo de desarrollo que tantos critican, Chile pudo entrar a la OCDE. Si cambiamos nuestro modelo de desarrollo, no solo no seguiremos mejorando en los rankings internacionales, sino que ni siquiera nos podremos mantener dentro de la OCDE.
Íbamos por el buen camino, y ahora estamos retrocediendo. Lo que nos pasó fue que nos «izquierdizamos».