Si yo estuviera por entrar a la universidad estaría preocupado. Las universidades pasan por una crisis mundial, lo que significa que en Chile la situación es…, imagínese. Si usted va a buscar un cartón profesional, lo va a conseguir, más caro a la vez que barato. Ninguna institución ni publicidad le va a asegurar que su carrera no se masificará o que los estándares no seguirán bajando; hasta se ha logrado subir al doble los cupos.
Por su parte, el activismo estudiantil ha anunciado que el 2019 viene duro. Además de lo de Catrillanca, y el alza de aranceles para alumnos de altos quintiles en universidades fiscales (que los ahuyentarán y se irán a las privadas), se está por intimidar a las autoridades mediante un nuevo caballo de Troya, el de la salud mental de los estudiantes (estarían estresados con crisis de pánico, alegan). Y si bien tomas y paros aflojan, el fenómeno se ha vuelto rutinario, no existiendo autoridad que no padezca del síndrome de Estocolmo. Se les amenaza con parar y, aterrados, aceptan “mesas de diálogo”, a veces triestamentales, con poder hasta para revisar presupuestos, conductas y programas.
El pluralismo tampoco lo pueden garantizar. A académicos críticos de lo que está ocurriendo se les margina por conflictivos, jubilan hastiados; son de otra generación y conocieron otra universidad. Acabo de ver en una librería un libro de un profesor muy radicalizado de Harvard Law School (ni Harvard se salva), uno de cuyos capítulos se titula “La enseñanza del derecho en el primer año como forma de acción política” (ni que fuera chileno). La gratuidad que tiene acogotados a varios planteles es motivo adicional para despedir a profesores; se deshacen de un académico de jornada completa y pueden contratar a profesores por curso -hasta 40% logran ahorrar así-, recurriendo a jóvenes docentes dispuestos a todo. ¿Debiendo ceñirse a pautas dirigistas, lo que hoy llaman “investigación”, publicaciones indexables conforme a lógicas de mediciones internacionales cuestionables (SIR IBER, Scopus…)? Téngalo por seguro.
Ahora, si usted es uno de esos estudiantes meritorios que lo pasaron a llevar compañeros menos nerds, beneficiados por políticas de discriminación afirmativa supuestamente más “inclusivas”, no se asombre ni chille. El más capaz no siempre entra. Ubíquese en qué mundo vive.
El otro día supe de un profesor de alumnos de uno de los mejores colegios particulares pagados, de Iglesia, quien aludió a Poncio Pilato, y el menos aturdido osó preguntarle “¿quién es Poncio Pilato?”. Así las cosas, no debiera extrañar que la calidad de alumnos venga en picada y que la mediocridad ambiente aconseje lavarse las manos. (La Tercera)