¿Quién le tiene miedo al coronavirus?-Pilar Molina

¿Quién le tiene miedo al coronavirus?-Pilar Molina

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Muchos conocidos o familiares míos en el extranjero están aterrados. Mi amiga que vive en París está con sus niños sin colegio y sin horizonte de retorno. Su marido está trabajando en turnos en la oficina y el resto del tiempo, en su casa. Una sobrina me manda fotos de la estantería de su supermercado en Estados Unidos y no hay nada, incluso menos que en los de Venezuela. En España y en Italia hay cuarentena en las casas y también a nivel país. Nadie se mueve y nadie los quiere viajando a otros lares. Los países cierran sus fronteras y se espera que Francia se “encierre” también después de las elecciones municipales.

Nadie está creyendo que morirán tantas personas como con la gripe española en 1918, que se llevó entre 50 y 100 millones. En Chile fallecieron sobre de 40 mil entre ese año y 1921, cuando la población no alcanzaba los 4 millones, según un estudio de la Universidad Católica.

Pero se trata de una pandemia que nadie puede detener. A lo más, aplanar la curva de contagios que se duplican cada dos días. Nosotros podemos estar en el momento en que las autoridades cuentan pocos casos, que son las personas que manifiestan los síntomas, pero cuando ello ocurre, por las experiencias de China o Italia, los contagiados pueden sumar 15 veces más y en un par de semanas mostrarán los síntomas todos juntos, colapsando los sistemas de salud, poniendo en cuarentena las personas, las casas, los colegios y los países. Hay proyecciones que se llegará a miles de casos oficiales en Chile el 1º de abril.

China aisló Wuhan cuando había apenas 400 casos diarios (y en realidad sumaban 27 veces más los contagiados asintomáticos). De ese modo pudo empezar a bajar la curva de contagiados que crecían exponencialmente y hacerse cargo de los enfermos sintomáticos que continuaron subiendo geométricamente por otros 15 días, para empezar a caer dese entonces. El gobierno chino tomó medidas dramáticas en toda la región de Hubei, cerrando 15 ciudades, evitando que el coronavirus devastara otras regiones y al populoso país. Aunque tuvieron un mes para aprender, Corea, Italia o Irán no tomaron medidas para detener el virus antes que se esparciera y su curva de casos reales se disparó en un par de semanas. Algo similar ocurrió en el estado de Washington de los EE.UU.

Nuestras autoridades en Chile, aparentemente, están tomando las medidas aprendiendo de la experiencia, la que indica que cuando se presentan casos con covid-19 ya hay miles de contagiados detrás. Por eso hemos visto medidas drásticas como poner en cuarentena a un colegio por un profesor sintomático, seguido de suspensión de clases en todos los colegios públicos y universidades, y no sorprendería que el gobierno decrete el cierre de fronteras.

El daño que ya está haciendo a la economía mundial el virus es dramático. El dólar escala a los 900 pesos, haciéndonos más pobres, al compás de un cobre menos demandado por menor actividad que, a su vez, va ralentizando todo el comercio exterior.

¿Cuántos miles de millones de dólares perderá Chile producto de este virus? Muchos, sólo las acciones del IPSA han perdido un tercio de  su valor por el covid-19. Pero frente a este factor al menos hay un horizonte, el efecto negativo debiera ser transitorio y la adversidad viral nos une, aunque nos duela y termine llevándose muchos compatriotas.

La crisis interna, en cambio, nos divide y no tiene horizonte. Ha golpeado la economía por más tiempo que el virus, socavando su capacidad de generar riqueza a futuro. ¿Cuándo volverá el orden público? ¿Volverá a haber estado de derecho cuando tengamos en un par de años definido el nuevo marco constitucional? Y, ¿lo lograremos o tendremos una lucha fratricida en cada uno de los hitos que tenemos por delante, como elegir la Constituyente y aprobar la Constitución, dentro de las 8 elecciones o votaciones plebiscitarias que se nos vienen encima en los próximos dos años?

El peligro externo lo siento mucho más inofensivo que la enfermedad interna, que carcome nuestra institucionalidad, derrumba la espina dorsal que nos sostiene y nos ciega el horizonte. Como un cáncer, cuestionando la veracidad de la pandemia, nos expone a la amenaza viral porque actuarán como agentes de contagio los que insisten en sostener que es una artimaña del gobierno para impedir movilizaciones. Hay una apuesta por la violencia y la nada anarquista terrorífica. Los narcos avanzan en el control de las poblaciones. Y el gobierno sin apoyo, Carabineros, sin legitimidad, la oposición sin líderes y buscando sacar al Presidente elegido democráticamente por medios ilegítimos como poner en el debate su inhabilidad o adelantar las elecciones parlamentarias y presidenciales. O creyendo que vamos a salir de esta crisis si delega sus poderes en el Congreso para que éste priorice las urgencias de los proyectos de ley y apruebe otros de iniciativa parlamentaria que eroguen gastos (opinión del presidente del Senado, Jaime Quintana).

Requerimos más recursos para financiar la agenda social que reclama la oposición, la cual califica de “migaja” la propuesta por el gobierno. Pero cómo, si la inversión podría caer 8% este año, la economía crecer cero o decrecer y la inflación elevar todos los costos internos gracias a la devaluación del peso. Habrá menos recursos, no más. Así no se puede, y sería bueno que lo entendiéramos.

Lo más probable es que encuentren una vacuna para mitigar el covid-19.  Yo prefiero lidiar con él que contra este virus de la anomia, la anarquía y la pequeñez que por momentos se convierte en una pesadilla y que no parece tener solución. (El Líbero)

Pilar Molina

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