El National Bureau of Economic Research señala que una recesión es una declinación significativa de la actividad económica, que se observa en varios sectores productivos por un periodo de, a lo menos, dos trimestres. Indica, además, que es necesario analizar con detalle la evolución del mercado del trabajo, así como los demás equilibrios macroeconómicos, para tener un diagnóstico adecuado que permita movilizar las políticas económicas para enfrentar el ciclo adverso.
Una recesión se puede originar por distintos motivos, siendo uno de los más frecuentes el colapso o paralización del mercado financiero, tal como ocurrió en la crisis subprime, cuando grandes bancos se declararon en quiebra y se observó un corte de la cadena de pagos que afectó a todo el planeta. También se puede provocar por el colapso de la cadena de producción por una crisis sanitaria u otro tipo de catástrofes, como ocurrió con la pandemia Covid19 y cuyas consecuencias aún nos afectan. Por último, un conflicto bélico extendido geográficamente y en el tiempo puede generar cambios radicales en el precio de bienes y servicios, como ocurre lamentablemente en Europa por el precio del gas natural, generando una caída de la producción.
La última recesión que afectó a Chile ocurrió el 2020, debido a la pandemia, en donde la actividad económica cayó 6% y se destruyeron más de 2 millones de empleos. A su vez, en 2009, la crisis subprime, iniciada en el mercado inmobiliario/crediticio en Estados Unidos, nos llevó a una contracción 1,6% en nuestro PIB. En 1999, la crisis asiática, nos arrastró a una recesión de -0,4%. En cada una de ellas hubo destrucción de empleos, quiebra de empresas, caída del consumo de los hogares y deudas impagas que se acumularon por años.
Esta reiteración de consecuencias nos ha llevado a diseñar instrumentos que permiten amortiguar estos dañinos efectos, siendo fundamental el rol de la Comisión para el Mercado Financiero para monitorear la estabilidad de nuestras instituciones ante un estrés sustancial. Asimismo, tener reservas fiscales ayuda a enfrentar la tormenta y es así como los ex ministros de Hacienda Andrés Velasco y Rodrigo Cerda pudieron acceder a esos ahorros para moderar el ciclo adverso.
En 2023 se acerca una nueva recesión, donde nuestra producción caerá en torno a 1% con el consiguiente aumento del desempleo y de la pobreza. Lamentablemente nuestras arcas fiscales están bastante más menguadas y la alta inflación nos seguirá afectando por varios meses, lo cual le impedirá al Banco Central reducir rápidamente las tasas de interés.
Ante este panorama debemos prepararnos cuidadosamente, no solo con un presupuesto público que trata de hacerse cargo de flagelos transversales como la delincuencia, sino también con acciones concretas de austeridad; así como el sector privado realizará un esfuerzo significativo para enfrentar la crisis, no deberíamos exigir menos del sector público. Gastos superfluos, viajes, viáticos, renovación de autos ministeriales, entre otros, deben postergarse hasta nuevo aviso. La recesión 2023 está golpeando nuestra puerta y todos debemos contribuir a que su visita sea lo más corta posible. (El Líbero)
Tomás Flores