¡Es incomprensible! Nuevamente, diputados presentaron proyectos para retirar fondos desde la AFP, aceptados para tramitación, pese a fundados argumentos de expertos y del Gobierno sobre su impacto negativo para las personas y la economía. Iniciativas que surgen de “cerebros creativos” con el mero afán de congraciarse con sus electores. Peor todavía, hay parlamentarios dispuestos a apoyar, mientras otros se dan el gusto de competir con la propuesta más generosa. ¿Por qué estas prácticas?
Hay una explicación general, que sostiene que el sistema político está en problemas. De hecho, todas las mediciones sobre la confianza de los chilenos en las instituciones califican a los partidos políticos en los últimos lugares, junto al Congreso. Partidos más grandes no aparentan ser agrupaciones fuertes, cohesionadas, con militancias disciplinadas y proyectos de país sostenibles en principios, valores y objetivos convocantes, como auténtica entidad de representación. En cambio, suelen hacer noticia por problemas internos que generan “díscolos”, y son renuentes a establecer alianzas de largo plazo. Todos se desgastan en debates con las demás fuerzas por intereses propios en juego, asuntos sin interés para los ciudadanos. No digo que sean ajenos a los problemas de la gente, pero esta se queja a veces porque advierte desconexión con su realidad.
Hay otra razón específica que se esgrime: el sistema electoral que rige desde 2015 para las elecciones parlamentarias, concebido para fortalecer la representatividad. Aumentó a 155 los diputados, con mayor participación femenina, y disminuyó barreras para la creación de partidos, incentivando la formación de agrupaciones pequeñas y, al utilizar un coeficiente que permite asignar los escaños por listas, candidatos con muy baja votación o representación resultan elegidos. El llamado “arrastre”.
Así, en las elecciones de 2021 participaron 18 partidos agrupados en listas o pactos. Diez resultaron con bajísimo número de escaños, tres con una menor, cinco con una considerable y 37 candidatos fueron electos como independientes, la mayoría figurando en una lista partidaria. Con este resultado, el multipartidismo y sus prácticas individualistas o testimoniales han levantado evaluaciones negativas. Un buen número de parlamentarios independientes se sienten autónomos a la hora de las decisiones, y este escenario, con alta atomización y polarización, necesariamente conspira contra la negociación, los acuerdos y, en definitiva, la estabilidad o gobernabilidad. En consecuencia, el sistema es muy favorable para los incumbentes e interesados en profesionalizar una carrera política, no así para los ciudadanos, y totalmente adverso para la democracia, por la cual dicen rasgar vestiduras.
Existe un proyecto para modificar el sistema y se piensa abordarlo en algún momento. Ojalá pronto y el resultado sea el esperado. Una medida que puede considerarse, en forma razonable, sería establecer un mayor estándar habilitante para ser candidato. La labor exige capacidades y solvente formación cultural y política, a la altura de su investidura. (El Mercurio)
Álvaro Góngora