Regalo para la mamá

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Sebastián Dávalos declaró el lunes ante el fiscal regional de O’Higgins que el caso Caval era, “en parte”, una operación política efectuada por un grupo del PPD liderado por el ex ministro Rodrigo Peñailillo para bajar el perfil a casos como el de Soquimich, relacionados con el financiamiento de la política.

Si sostiene que en parte era eso, debería aclarar qué era en su totalidad, para saber si es errada la percepción de que se trató de un vulgar negociado especulativo hecho por un grupo de audaces, del que formaba parte su esposa, quien al parecer sacó partido a su condición de “primera nuera de la República” para conseguir el préstamo del Banco de Chile y asociarse con Luksic en otras actividades.

Si Dávalos acusa a Peñailillo de haber tratado de desviar la atención de SQM (otros han dicho que presionó para que no se investigara a esa empresa), es obligatorio pensar en el aporte que hizo SQM a la precampaña de Bachelet que llevaron a cabo Peñailillo, Martelli y otros colaboradores. El cálculo de los abogados de Dávalos es temerario: parten de la base de que Peñailillo no dirá nada que perjudique a la Presidenta y que incluso está dispuesto a inmolarse en el altar de la República. O sea, a cargar solo con el muerto.

Peñailillo no fue el jefe de un grupo de adherentes espontáneos que se organizaron para convencer a Bachelet de que aceptara una nueva candidatura. Fue el brazo ejecutor del plan de la Mandataria para volver a La Moneda. A él se le puede criticar por variados motivos, por ejemplo haber sido imprudente y haber confiado demasiado en sus destrezas de operador, pero difícilmente se le puede acusar de desleal. Trabajó para Bachelet varios años, hizo todo lo que ella le pidió y lo que él creyó que coincidía con sus deseos. Cuando saltó al cargo de ministro del Interior en marzo de 2014, es posible que haya visto el éxito personal al alcance de la mano, con mayor razón si después recibió señales de que él podía llegar a ser “el heredero”. Hoy es un árbol caído, y Dávalos trata de hacer leña, creyendo que de ese modo podrá aliviar la comprometida situación de él y su esposa. No se da cuenta de que todo esto golpea a la Presidenta.

Las ollas destapadas sobre el financiamiento fraudulento de las campañas no son todas las que merecían destaparse. Tampoco han salido a la luz muchas corruptelas partidarias y de asociaciones político-empresariales de ayuda mutua. Es sabido que otros Novoa caminan tranquilos por las calles. Y que Ponce Lerou fue generoso para congraciarse con los antiguos perseguidos por Pinochet. Ese es el contexto de los negocios personales al amparo del poder, del intercambio de favores, del tráfico de influencias y del nepotismo. En suma, todo aquello que el país necesita erradicar.

El gran reto es la lucha por la decencia. Deberíamos tener claro que ninguna ley garantiza las buenas costumbres y que lo decisivo es no contemporizar con los aprovechadores y los pillos. Nadie pretende que la política esté hecha por ángeles, pero debemos bregar para que, por lo menos, no esté bajo el control de los inescrupulosos.

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