En una charla reciente en el Congreso Ciudades, auspiciado por el Senado, el ministro de Transportes y Telecomunicaciones, Juan Carlos Muñoz, planteó cinco ámbitos de actuación para reducir las emisiones producidas por transporte en las ciudades: 1) reducir el tamaño de la ciudad, 2) reducir el número de viajes, 3) reducir la distancia de los viajes, 4) reducir la energía por pasajero del medio de transporte utilizado, y 5) reducir el carbono producido por la energía. Obviamente cuando se reduce la movilidad se reducen las emisiones potenciales, pero cabe preguntarse: ¿a qué costo? Si nos quedáramos en casa, se reducirían las emisiones totalmente, pero también la producción y el consumo se detendrían, con el consiguiente colapso del país.
Es importante que nuestros gobernantes vean sus actuaciones en forma interrelacionada y no con mentalidad de silo. El transporte tiene un profundo impacto en la economía nacional y, por lo tanto, disminuir la movilidad de las personas y de la carga reduce la eficiencia económica de la ciudad y del país. Por de pronto, al reducir la distancia de los viajes a la mitad de la actual, como lo sugiere el ministro, se reducen las oportunidades laborales, habitacionales, recreacionales y sociales en 75%. El ministro, que se declara matemático, debe saber que la superficie de un círculo aumenta al cuadrado del radio. La consecuencia de esta reducción es el aumento del poder monopólico de los dueños de terrenos, de los comerciantes y de los empleadores, con el consiguiente aumento de los precios.
Al disminuir el tamaño de las ciudades, las economías de escala se reducen, haciendo imposible el desarrollo de ciertos tipos de empleos y de servicios que requieren un amplio espectro de especialistas y de mercado. También la calidad de vida disminuye con la reducción de la movilidad, ya que conduce a un incremento de la densidad, reduciendo las posibilidades de tener espacios de jardines o patios, además de incrementar la congestión, ya que las calles deben soportar más tráfico.
Todos los medios de transporte son útiles en lugares, horarios y propósitos determinados. Es así que el transporte público de alto nivel, como el metro y los trenes suburbanos, es esencial para acceder a los centros congestionados en las horas punta. Pero también los autos son irreemplazables para viajes dispersos en horarios fuera de punta, que son la mayoría de los viajes. También el uso de la bicicleta en lugares apropiados y distancias relativamente cortas debe ser fomentado. Pero también debe ser acotado, ya que solo representan a lo más un 2% de la movilidad medida en personas-km.
Es particularmente notorio el poco uso que tienen las ciclovías que han sido sustraídas de la movilidad motorizada, generando más congestión vehicular, con el consiguiente aumento de las emisiones contaminantes. También los autobuses no son tan eficientes, ya que circulan casi vacíos durante muchas horas del día generando congestión y derrochando energía.
El ministro se declara contrario al uso del auto, comparándolo con fumar, por lo que hay que hacer una campaña para su eliminación. ¡Qué errada la comparación! Por lo pronto la movilidad en auto permite mejorías económicas al alcanzar trabajos mejor remunerados, mejores servicios y mejores viviendas a menores precios.
Hay que pensar que la movilidad en vehículos privados ya ha pasado el 50% del total y sigue aumentando en detrimento del transporte público. En Europa, a pesar de la excelente oferta de transporte público y de los subsidios, la movilidad por autos representa más del 70% del total y sigue aumentando.
Lo que el ministro debe considerar es fomentar la electromovilidad, que está aumentando considerablemente en el resto del mundo con la disminución de su costo, además de mejorar la infraestructura para disminuir la congestión y los accidentes. Con esas medidas las emisiones contaminantes disminuirán sin restringir el crecimiento económico ni la calidad de vida. (El Mercurio)
Marcial Echenique
Universidad de Cambridge