En política, como en la vida, hay que saber ganar y saber perder. Para ello hay que tener claro el propósito y buscar con flexibilidad el mejor camino para alcanzar la meta, enfrentando con estoicismo la adversidad y sin vanagloriarse del éxito. Desde otro ángulo, Teresa de Ávila recomendaba: “nada te turbe, nada te espante, todo se pasa…”.
La primera diputada humanista Laura Rodríguez escribió un opúsculo contra lo que llamó el “virus de altura”, es decir, la pérdida del sentido de la realidad que puede traer consigo el éxito o el ejercicio del poder. También cabría hablar del abatimiento frente a una derrota.
Lo importante es no perder el rumbo y adaptarse a las cambiantes circunstancias de los procesos políticos. Saber aprovechar las ocasiones diría Maquiavelo. Para eso, sin embargo, es fundamental tener claro el fin que se persigue. No es fácil lograrlo. Hay que recurrir a la razón y saber que el tiempo todo lo muda, a veces en forma vertiginosa.
Hago estas consideraciones pensando principalmente en el extravío de la oposición al gobierno Boric. No con ánimo polémico o descalificatorio. Al país no le conviene una oposición desorientada.
Un ejemplo de lo que digo se puede encontrar en la actitud frente a los indultos del Presidente. La oposición, en una primera etapa, tuvo un categórico triunfo con su crítica: dos importantes colaboradores del Presidente renunciaron, y la opinión pública mayoritariamente tuvo un juicio negativo frente a la medida presidencial.
Pero no supo ganar y se engolosinó con el tema. Sin un claro diseño político pretendió echar abajo los indultos recurriendo al Tribunal Constitucional y a la Contraloría a la vez; acusó constitucionalmente a la ex ministra de Justicia y Derechos Humanos Marcela Ríos, y anunció una Comisión Investigadora que ahora comienza a funcionar.
Desde entonces han pasado casi tres meses y la oposición ha sufrido sucesivas derrotas: la acusación fue rechazada en la Cámara de Diputados, el Tribunal Constitucional desechó el recurso planteado por senadores de oposición cuestionando algunos indultos, y la Contraloría se ha abstenido de intervenir invocando la prohibición que tiene de pronunciarse sobre materias sometidas al conocimiento de los tribunales. Ahora inicia su tarea una Comisión Investigadora en la Cámara, que poco o nada podrá añadir a lo que la prensa ya ha difundido sobre la materia y cuyo efecto práctico será nulo.
¿Por qué ocurrió esta seguidilla de iniciativas en un activismo sin una estrategia política clara? ¿Por qué no interpelaron a la Ministra para consolidar el éxito que en un comienzo habían cosechado? ¿Cuál es el origen de esta precipitación? Vivieron tal vez el “virus de altura”. ¿Qué pensaban lograr? No faltaron algunos diputados republicanos que hablaron de acusar constitucionalmente al Presidente Boric para destituirlo, un planteamiento que de inmediato fue desechado por Chile Vamos.
Parece que la oposición se turbó. En vez de cosechar el triunfo obtenido ante la opinión pública, y pasar a otro tema o enfocar el tema de la inseguridad desde otro ángulo, pretendió llevar la controversia al campo jurídico escalando el conflicto, extraviando el rumbo. Faltó liderazgo y conducción: Republicanos y Chile Vamos empezaron a rivalizar para captar el favor del electorado cansado ante el acoso de la delincuencia difusa y organizada. Sin reparar que la gente sabe que los indultos otorgados poco tienen que ver con los problemas de inseguridad que perturban sus vidas.
Tan es así, que el nuevo Presidente del Senado ha llamado a poner urgencia a los proyectos de ley que permitirían enfrentar mejor al delito y, sobre todo, al crimen organizado y al narcotráfico, planteamiento que fue acogido por la Ministra del Interior Carolina Toha. El Presidente Boric, frente a la mediática decisión del Alcalde Carter ordenando destruir las casas donde operan los traficantes de drogas, se abstuvo de criticarlo y señaló que el enemigo común son los delincuentes.
Esto demuestra que, en la oposición, no hay un diseño político compartido, sino una competencia apenas disimulada entre diversas visiones.
En otros países donde existe algo similar la disputa es abierta. Pienso en la contraposición entre el Partido Popular y Vox en España o entre la derecha tradicional y los seguidores de Marine Le Pen en Francia.
También Argentina entre Javier Milei y Juntos por el Cambio. En otros lugares, ese conflicto se da al interior de los partidos de derecha, parte significativa de los cuales ha sido conquistada por posiciones extremas: es el caso del Partido Republicano en EE. UU. con Trump, y del Partido Conservador en Gran Bretaña que llevó al Brexit.
Para no hablar de las tensiones al interior de la coalición dirigida por Giorgia Meloni en Italia, o de Brasil donde parte de la derecha ha llegado a acuerdo con Lula dando la espalda a Bolsonaro.
La periodista norteamericana de derecha Anne Applebaum en su obra El ocaso de la democracia: La seducción del autoritarismo, narra su experiencia frente al auge de la extrema derecha en Europa y cómo va quedando aislada en su postura liberal. Sus reflexiones sobre lo sucedido en Polonia y Hungría, y también en países de Europa occidental y EE. UU. incitan a la reflexión. Es un libro ameno e ilustrativo que los dirigentes de centro derecha debieran leer.
El debate constitucional es una buena ocasión para que la derecha encuentre su ubicación. En el grupo de expertos predominan las posiciones de diálogo. Es una oportunidad única para encontrar un nuevo equilibrio en el país. Evelyn Mathei ha auspiciado ese encuentro transversal. Ello sólo será posible si Chile Vamos tiene un respaldo claramente mayor que los Republicanos en la elección del 7 de mayo.
También resulta fundamental que al frente encuentre un Gobierno dispuesto al entendimiento. Así se daría una sana competencia entre fuerzas relevantes que animaría el debate democrático, alejando las opciones populistas autoritarias de cualquier signo. Las fuerzas que respaldan al Gobierno mayoritariamente parecen caminar en esa dirección con el aval del propio Presidente Boric. (El Líbero)
José Antonio Viera-Gallo