“… porque si salto yo con ustedes, el helicóptero nos caerá encima a todos”, dicen que fue la última frase del expresidente Sebastián Piñera antes de morir en el trágico e inesperado accidente ocurrido en el lago Ranco.
Un líder, un político de raza, debe seguir un orden -preservando la democracia y los derechos humanos- en el que Chile esté primero, segundo los chilenos, tercero el partido y en último lugar sus intereses personales. Esto hoy no ocurre, ya que los intereses individuales están por encima de las necesidades colectivas de los ciudadanos, quienes se dan cuenta, se sienten dejados de lado y aborrecen la política.
Nassim Nicholas Taleb, en su teoría del “cisne negro”, lo describe como un hecho inesperado que puede tener un gran impacto social que requiere de una necesaria retrospección.
La inesperada y trágica muerte del dos veces Presidente Sebastián Piñera es un verdadero “cisne negro” para la sociedad. Ha generado un cisma en la política en Chile. Callaron por un rato las voces del odio a su figura, levantándose además un merecido reconocimiento generalizado a sus cualidades políticas y personales, a sus grandes logros. Un gran demócrata, demostrado varias veces a lo largo de su vida. Su valentía y coraje quedaron a la luz de todos. Supo anticipar, supo tomar decisiones, supo pensar, supo dialogar, supo estudiar, supo gestionar, dejando una vara muy alta para los actuales tiempos que vivimos.
Aprendamos a aprender. Debemos revisar nuestro accionar, con la mayor humildad y modestia tal de enfrentar este “cisne negro”, dejando de lado la tiranía del oportunismo que lleva a esa silenciosa lucha egoísta de intereses, dejando de lado la posibilidad de debatir, dialogar y acordar, en pos del objetivo supremo que es recuperar a Chile del estancamiento y del retroceso.
Las acertadas palabras de quien fue su férreo y duro opositor, hoy Presidente de la República, en el funeral de Estado del expresidente (“Las querellas y recriminaciones fueron en ocasiones más allá de lo justo y razonable”) generaron un quiebre en la débil y difícil coalición de su gobierno entre el Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad. No hay crítica válida sin autocrítica. El Presidente la hizo, reaccionando con furia una parte sustancial de su gobierno, cuya forma ha sido la de la crítica despiadada, que al parecer no piensan deponer.
La pregunta entonces es cómo se compatibilizan miradas valóricas tan disímiles en la coalición de izquierda que hoy nos gobierna. Surge allí la clara diferencia entre tener el poder o tener la autoridad, que se gana por el ejercicio del liderazgo. Menudo problema, cuando aún faltan dos años de gobierno, que además de miles de cosas por resolver estarán cargados de elecciones y tentaciones electorales.
Por otra parte, la derecha que se ha ido transformando en más progresista, se encuentra huérfana de su líder, requiere de un liderazgo que le permita conformar una alternativa política que ofrezca un modelo país, sumando a los mejores más allá de sus propias filas. Ello exigirá también deponer para acordar. Evelyn Matthei ha manifestado desde hace tiempo, al igual que Sebastián Piñera, la necesidad de conformar acuerdos hasta con Demócratas y Amarillos y con todos aquellos que se sumen a un proyecto país que debe construirse entre muchos.
A su vez, el centro político ciudadano, que es inmenso y no le gustan los extremos de ningún tipo, es sin embargo mínimo en militancia. Debe jugarse la piel, asumiendo los riesgos que conlleva decidir con quién acordar, y a qué proyecto político sumarse en un momento clave para Chile, tal de ofrecerle la seguridad de que se depondrán intereses personales para reconstruir lo que los chilenos han perdido en infinidad de cosas, como son la seguridad, el riesgo del sistema de salud, la calidad de la educación, el estancamiento económico y el ejercicio de la buena política, entre otras cosas.
¿Seremos capaces de poner por encima de todo objetivo personal la mirada país? ¿Podremos concretar los acuerdos necesarios para construir un mejor Chile, más allá de pactos electorales?
La historia hoy nos convoca a mayores consensos, ya que no podemos permitirnos retroceder en los aspectos más esenciales de nuestro futuro. (La Tercera)
Iris Boeninger