En primer lugar, estas voces críticas (generalmente masculinas) destacan los importantes avances que este texto constitucional permitió en sus casi cuatro décadas de vigencia. Frente a ello, considero que la crisis en la que hoy nos encontramos es la mejor prueba de lo contrario, y la voz de la ciudadanía es la mejor defensora del proceso constituyente. La desigualdad causada por la mercantilización y precarización de la vida han copado las calles de nuestro país, mientras una institucionalidad política en crisis ha sido incapaz de dar respuesta efectiva a las demandas mayoritarias de nuestros compatriotas, todo ello amparado y producido por los amarres constitucionales. Desde el 18-O el modelo político y económico vigente en Chile ha mostrado sus profundas grietas. Por ello, la necesidad de una Constituyente se hace, en este sentido, evidente.
Sin embargo, es el segundo grupo de argumentos el que me parece más relevante rechazar, ya que carecen de lógica alguna. Se comienza a levantar la idea de que no es “prudente” realizar un proceso constituyente en un momento de crisis, augurando un momento de inestabilidad crónico y una desmedida generación de expectativas que la nueva Constitución no será capaz de cumplir. ¿Qué mejor cauce para una crisis que el debate democrático de los miembros de una sociedad? ¿No fue acaso la Constitución de 1980 redactada en medio del momento histórico más claramente identificable como una crisis, la dictadura militar? Esta posición pierde todo sustento, además, al constatar que quienes plantean este argumento son nuevamente los mismos que rechazaron la necesidad de cambiar la Constitución hace unos años, cuando el Gobierno anterior lo intentó, con poco convencimiento y apoyo de su propio sector, dicho sea de paso. En ese momento, sin crisis, sin inestabilidad, la negativa fue exactamente la misma.
El pueblo de Chile se ha manifestado demandando la existencia de un pacto social que provea derechos sociales, disminuya la desigualdad y reforme el sistema político para recobrar la legitimidad de nuestra democracia. Quienes rechazan el proceso constituyente como un paso esencial para iniciar ese camino deben reconocer que no es un problema de circunstancias, siquiera un problema de método. Es un problema de contenido, es la defensa del modelo irreconocible en las actuales circunstancias del país, es la falta de confianza en los ciudadanos, en la abrumadora mayoría del 92% de apoyo al proceso constituyente en la reciente Consulta Municipal. Y me vuelvo a preguntar: si no es ahora, ¿cuándo? (El Mercurio)
Catalina Pérez
Diputada y presidenta de Revolución Democrática