Estamos en la edad del conocimiento transformado en tecnología. Si queremos ser un país desarrollado alguna vez ese es el camino, al menos en estos tiempos. Hay que invertir en el desarrollo propio de las ideas, sobre la base de las cuales se construye la verdadera cultura (que no es lo mismo que la erudición o el arte), en la que se ancla el lenguaje (que no es lo mismo que el idioma), nuestro mapa de la realidad.
Un país no puede ir más lejos o más alto que lo que sus personas sean capaces de pensar, idear, y construir. Somos un país que invierte muy poco en las ideas, y por eso seguimos discutiendo temas añejos del siglo pasado. Miramos al futuro por el retrovisor. Por eso estamos como estamos. Llama la atención, por ejemplo, la nueva “bancada estudiantil” en el Congreso, de la que al menos yo esperaba nuevas ideas, pero que no ha aportado ni una sola idea novedosa, propia del siglo 21. Al contrario, parecen perseguir consignas abandonadas de los años 60’s del siglo pasado. Jóvenes de cuerpo, viejos en ideología.
De la misma manera llama la atención la falla sucesiva de nuestros gobiernos para enfrentar con decisión y visión el tema de la ciencia hoy equivalente a la palabra futuro. Muchos slogans y discursos, poca acción, menos financiamiento. La solución siempre es más burocracia como hacer otro ministerio, que, a la usanza de nuestro país, probablemente consumiría en si mismo una buena parte de los recursos y todo seguirá igual.
En paralelo, el Estado dilapida recursos de manera simplemente increíble, al mismo tiempo que se los niega al desarrollo de las ideas, que es el único camino real al progreso. Por cierto, es en este tema que precisamente descansa toda posibilidad de mejorar la educación, que no parece ser la prioridad al menos de este gobierno que lleva dos años discutiendo temas contables y no de calidad.
El bono marzo (gasto político absurdo) es mucho más de lo que recibe la ciencia en nuestro país (inversión). Para que hablamos del estropicio del Transantiago, de los recursos evaporados en EFE, o del bono del BancoEstado a funcionarios públicos. Las absurdas pérdidas de Enap del 2008 hubieran financiado años de desarrollo científico. Las decenas de miles de funcionarios públicos innecesarios, los fondos reservados mal utilizados, el aumento de parlamentarios, en fin son muchos los ejemplos del derroche, a la par de las carencias de un tema central en este siglo como es la ciencia y la tecnología.
La última política relevante en el tema creo que se la debemos a Alejandro Foxley que impulsó las becas masivas a estudios en el extranjero. Por cierto hay severos problemas de gestión y becas mal asignadas (por ejemplo a maestrías de baja monta), pero igual se han formado cientos de doctores aunque no se les han proporcionado las posibilidades de hacer su investigación en el país. Más aun ahora se está atacando a las universidades privadas que captan altos puntajes, precisamente porque les interesa la investigación. La empresa privada en nuestro país tampoco invierte adecuadamente en desarrollo de ciencia y tecnología, como ocurre en otros países.
Los temas reales del siglo 21 son por ejemplo la nano y biotecnología, la web 3.0, la Internet de las cosas (IoT), la mente tecnológica colectiva, los metaversos, las teorías de cuerdas y posibles universos paralelos, las nuevas teorías del tiempo, la realidad aumentada, los Bots, la impresión 4D, la nueva singularidad, la biología sintética, los nuevos paradigmas de la célula, la epigenética, la neurociencia, o la ingeniería reversa del cerebro.
En otro plano, los increíbles volúmenes de datos abren el nuevo paradigma de las e-sciences que son hoy una clave en el desarrollo de la ciencia. También se abren nuevos paradigmas en la neuro informática, mecatrónica, imágenes moleculares, neurogenómica, microfotónica, biomimética. También es fundamental tener nuevas ideas en ciencias de la complejidad y teorías de caos. A este tipo de áreas se suman nuevos materiales increíbles que superan la imaginación.
En fin, estos son sólo algunos de los temas que abren la revolución del siglo 21. Un tema inexistente para las ideas políticas añejas que seguimos discutiendo incansablemente en nuestro país. Se planteó una reforma tributaria para apoyar la educación, dentro de lo cual está el tema de la ciencia y la tecnología, y hemos sido defraudados una vez más. La pregunta es ¿hasta cuándo? ¿Será que en realidad no nos interesa el desarrollo? El tema de la ciencia y tecnología es sólo otra gran falla transversal de nuestra clase política. Estamos perdiendo el tren de la historia, a pesar de haber llegado a tiempo a la estación.