“La desigualdad genera una erosión de la cohesión social y altos niveles de desconfianza, y eso permea la sociedad, la falta de relación con el otro, donde cada uno es responsable de su suerte”, dice Claudia Mora, directora de investigación de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. Andrés Bello, sobre las probables causas que podrían estar tras la falta de lazos humanos que hoy se generan en los barrios de la capital.
Según el estudio “Calidad de vida en el Gran Santiago”, realizado por el plantel en 2014, el 49% de los santiaguinos reconoce que no tiene muchos amigos en el barrio, un 78,7% no está afiliado a ninguna agrupación y un 58,2% le dedica poco tiempo a la comunidad.
Para confeccionar la medición, los investigadores, junto a la consultora Mauricio Culagovski & Asociados, entrevistaron a mil personas en 34 de las 52 comunas de la Región Metropolitana, para evaluar tres dimensiones que miden el bienestar subjetivo: el espacio físico, el tiempo y la convivencia.
“Lo que sucede es que nunca se le presta atención a lo que realmente le pasa a las personas en el cotidiano vivir. Es cosa de caminar por las calles y ver las caras de las personas. No son caras alegres ni sonrientes”, explica Margarita María Errázuriz, socióloga y decana de la facultad, sobre las razones que originaron el estudio.
Mauro Basaure, doctor en Filosofía y coautor de la investigación, plantea que el porcentaje de personas que reconoce no tener amigos en el barrio tiene matices según el grupo socioeconómico, pero el denominador común es la “individualización”. “Es un fenómeno en el que transitan todas las sociedades modernas, que es parte de la vida urbana”. El investigador sostiente que hoy los vínculos son más estrechos en la lejanía geográfica, ya sea por el trabajo o porque existen grupos afines en otros lugares.
El consultor Mauricio Culagovski, en tanto, dice que “lo que explica en gran medida esta falta de amigos es el clima de desconfianza en los otros, motivado por los altos niveles de delincuencia y drogas en los vecindarios más vulnerables que, tradicionalmente, han sido los más ‘amistosos’”.
Consultado por los resultados del estudio, el psiquiátra y escritor Marco Antonio de la Parra, explica que “ciertamente cada vez más desconfiamos del vecino. Vivimos en fortalezas, torretas, castillos. La calle es una amenaza”. A su juicio, también cuesta estrechar lazos a raíz de la tecnología. “Hoy hay mucha pantalla, mucho tableta, mucho chateo, poca mirada cara a cara”, dice.
CIUDAD AMABLE
El estudio también arrojó que el 51% de los habitantes del Gran Santiago está “de acuerdo” o “muy de acuerdo” con que la violencia es un problema grave, cifra que en los sectores vulnerables alcanza al 66%. Asimismo, el 36% estima que una de las necesidades más urgentes es la necesidad de más áreas verdes, parques y plazas. Pero pese a estos indicadores, solo un 71% estaría dispuesto a cambiarse a otra región. “Los santiaguinos parecen preferir quedarse en el barrio donde han vivido toda la vida, porque no conocen otro Santiago, y eso es producto de la segregación urbana”, dice la investigadora Claudia Mora.
Para el urbanista Iván Poduje, las barreras que impone la ciudad para incrementar las relaciones humanas varían según la comuna. Por ejemplo, en sectores de bajos ingresos las principales dificultades son la inseguridad, y el deterioro y la falta de mantención de los espacios comunes en condominios sociales.
Para crear una ciudad más amable recomienda recuperar, forestar e iluminar sitios eriazos y zonas abandonadas, especialmente en la periferia; incentivar la mixtura y diversidad de actividades; y en zonas más residenciales, crear zonas de tráfico calmado, donde se limita la velocidad y el flujo de autos ensanchando veredas y cambiando pavimentos.
(La Tercera)