Sólo dos actores, pero muchos comparsas-Orlando Sáenz

Sólo dos actores, pero muchos comparsas-Orlando Sáenz

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En una reflexión anterior (“El giro que no vendrá”), y tras examinar sólidos factores, afirmé que en el periodo inmediato veríamos un endurecimiento de la posición del Gobierno y una concentración de los Republicanos en realizar una eficiente labor de redacción de una nueva propuesta constitucional. Ese pronóstico obliga a analizar lo que puede ocurrir eventualmente, de seguirse ese itinerario paralelo del Gobierno de Gabriel Boric y del Partido Republicano de José Antonio Kast.

También es necesario analizar el efecto de ese camino paralelo en sectores de centroizquierda y centroderecha a los cuales fácilmente ese paralelismo los puede marginar significativamente.

El endurecimiento del Gobierno, en las condiciones que actualmente imperan en Chile, se parecerá mucho al periodo de los meses que antecedieron al golpe de Estado de 1973. Pese al paro nacional de octubre del año anterior y de la derrota en las elecciones parlamentarias de principios de 1973, el régimen de Salvador Allende perseveró y aceleró su política de expropiaciones ilegales hasta alcanzar el récord de 836 empresas expoliadas, con las consecuencias de que al así proceder excedió los alcances correctores de la institucionalidad y obligó a la formación de un gobierno autoritario que se instituyó a través del extremoso suceso de un pronunciamiento militar en septiembre de ese año.

Ese lamentable rompimiento del marco institucional puede repetirse si es que el Gobierno actual radicaliza su postura y sobre todo si para ello recurre al apoyo de movilizaciones populares como las que ya está anunciando el Partido Comunista. Naturalmente, si ese estallido llegara a producirse, todo el escenario cambiaría radicalmente y ninguna de mis predicciones sería valida.

Si el sistema institucional resiste las tenciones, vuelvo a reafirmar mi pronóstico tal como lo expresé en la ya aludida reflexión anterior. En ese supuesto, conviene ahora meditar sobre la suerte que en el periodo sufrirán algunos sectores muy significativos de la política chilena, como son la llamada centroizquierda y la que ha comenzado a ser llamada centroderecha, para distinguirla de la recientemente emergente derecha republicana a la que se le llama extrema por pura y simple ignorancia.

Indudablemente, ambos sectores perderán notoriamente trascendencia política, puesto que requerirían de un ambiente de diálogo constructivo para actuar como puentes intermediarios entre las dos potencias extremas para tener un papel relevante en el devenir. Su rol tendría entonces alguna semejanza con el de la Unión Europea entre Estados Unidos y Rusia o China.

El efecto más grave sobre ellos es el del desperfilamiento ideológico. En ese sentido la izquierda democrática muy probablemente sufrirá, como ocurrió en el caso del gobierno de Allende, lo que podría llamarse el “vértigo de la extrema izquierda”. Ese proceso de progresiva radicalización de parte de esos partidos fue, hace cincuenta años, el origen, por ejemplo, del desperfilamiento de la Democracia Cristiana, el que nunca más pudo remediar. Es, probablemente, ese vértigo el que seguirá también una gran parte del PS, del PPD, del PR y del PS, con el agravante de que para ellos ese “vértigo de la extrema izquierda” se verá acelerado por la ansiedad de puestos públicos incorporándose al Gobierno de turno, lo que ha sido una constante histórica de esos partidos.

El efecto sobre la ahora llamada “derecha democrática”, será distinto. Ella ya posee una notable identidad ideológica con los republicanos, con los que comparten las ideas fundamentales y sólo han diferido en su nivel de voluntad de concesión al Gobierno en pos de acuerdos menos fundamentales. No existirá para ella un “vértigo hacia la extrema derecha”, por la simple razón de que esta no existe, si es que el padrón de comparación estuvo dado por el régimen de Bolsonaro en Brasil o Bukele en el Salvador.

Estos partidos, como RN, UDI, Evópoli, etc., tendrán militantes que se deslicen hacia los republicanos, pero también tendrán adherentes provenientes de ellos y todo confluirá en una comunidad de propósitos básicos que en algún momento se trasformará en alianza formal. 

Si el país sigue el desarrollo democrático, la lógica indica que es la derecha política la que tiene tres años para prepararse para generar un gobierno capaz fundamentalmente de recuperar la gobernabilidad que nunca podrá lograr un gobierno como el de Boric porque este lleva en sí mismo en conflicto entre orden y anarquía, mucho más cuando se trata de un régimen sin preparación ni equilibrio estable.

A este panorama del Chile del futuro inmediato le falta sus efectos sobre varios otros poderes fácticos, como son los trabajadores organizados, el empresariado, las organizaciones comunales y hasta las estructuras religiosas. Todos seremos actores de esta etapa que será ciertamente trascendental.

Nuevamente lamento tener que augurar a mis compatriotas una etapa de gran confrontación y de crisis económica profunda. El Chile del periodo de Ricardo Lagos, por ejemplo, será un recuerdo para todos los chilenos presentes y sólo lo volverán a ver los de la próxima generación que no sufrirán, probablemente, la furia destructiva que lapidó al proceso que nos llevaba al bienestar generalizado que todos soñamos para Chile. (El Líbero)

Orlando Sáenz