Sufrir Trabajando

Sufrir Trabajando

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Cuando en 1999 Juan Pablo Swett y Felipe Hurtado crearon Trabajando, soñaban con darle el palo al gato como otros empresarios de la naciente era digital. Dos años después reventó la burbuja punto com, desaparecieron 4.800 compañías de internet en el mundo, los socios chilenos lo pasaron muy mal, despidieron a todos los empleados, renunciaron hasta a la isapre, pero sobrevivieron.

Pasada la crisis, Trabajando.cl, el sitio de empleos que vende a las empresas el acceso a los currículos que los interesados suben gratuitamente, logró incorporar a dos socios. En 2006, ingresóEl Mercurio, interesado en complementar el avisaje de empleos en papel con una plataforma digital. Pagó US$2,5 millones por el 51%, valorizando la empresa en US$5 millones. Dos años después, Trabajando subió su precio, pues Universia, filial del Banco Santander, que tenía un acuerdo comercial con el sitio de empleos, estuvo dispuesta a poner US$ 9 millones para tomar el 33,3% de la propiedad, con lo cual el valor de Trabajando se cifró en US$27 millones. El Mercurioy los fundadores quedaron con otro 33,3% cada uno.

Por ese entonces, Swett –presidente de la Asociación de Emprendedores, que se convirtió en rostro cuando peleó por cambiar la reforma tributaria y es un activo opinante de la política y la economía, que se pagó su pasaje de avión a Nueva York al sentirse excluido del viaje de Michelle Bachelet a la Asamblea General de la ONU– auguraba a sus socios un futuro prometedor. Hablaba de tocar la campana de la Bolsa de Nueva York, lo que ocurriría cuando colocaran acciones deTrabajando en Wall Street y recaudaran US$300 millones.

No fue tal. La sociedad funcionó con altos y bajos, porque el negocio en Chile tiene números azules, pero la expansión internacional a 10 países, entre ellos, Argentina, Perú, Colombia, Brasil, México, España y Portugal no ha sido rentable, esto debido a la competencia con otros portales de empleos. Lo que Trabajandogana en Chile lo pierde afuera.

Los intereses de este trío –Universia, El Mercurio y TBJ, la sociedad de inversiones de Swett y Hurtado– se resguardaron en un pacto de accionistas de cinco años de duración. Para las decisiones relevantes, como aumentos de capital o cambio de gerente general, se requería el visto bueno de los tres. Había, además, opciones para que el diario de Agustín Edwards comprara el negocio en Chile y Universia el de fuera del país.

En 2013 se cumplieron los cinco años del pacto y Universia intentó divorciarse con una acción que El Mercurio interpretó como una declaración de guerra. El portal de universidades Universia, que busca fidelizar alumnos con una tarjeta de débito gratuita del Banco Santander que sirve, además, como identificación para servicios como biblioteca, envió una carta a sus socios anunciando que ejercería su opción por el negocio en el exterior. Mediante ese acto pretendió poner fin al pacto de accionistas y a los derechos de los socios.

La lectura de El Mercurio fue que bastaría con que Universia se aliara con Swett y Hurtado para quedar en minoría, de brazos atados, frente a decisiones que podrían afectar sus intereses. Sin el pacto perdería sus derechos para ejercer su poder de veto en las grandes decisiones, como lo hizo cuando se opuso a poner recursos para invertir en el exterior, debido a que es un mal negocio, pues arroja pérdidas.

El diario de Agustín Edwards decidió recurrir a un arbitraje, el mecanismo contemplado para resolver controversias, y acudió a la Cámara de Comercio de Santiago que designó al abogado Jorge Baraona.

El Mercurio, a través de Barros Letelier & González, demandó a Universia, defendida por Guerrero y Olivos, y a la sociedad TBJ de Swett y Hurtado, que tiene como abogados a la oficina Barros y Errázuriz, que históricamente atiende a Trabajando y a la que, en lugar de dinero, se le ha pagado con acciones del sitio de empleos.

El diario sostuvo que las opciones de los socios eran nulas, según información recogida por El Mostrador, porque nunca se constituyó la filial chilena de Trabajando, por lo tanto, no estaban definidos cuáles eran sus activos ni, en consecuencia, los de la sociedad extranjera si Universia quería ejercer su opción. Tampoco había un precio asignado al negocio en el exterior, porque ninguno de los tres bancos de inversión designados en el pacto de accionistas para valorizar los activos quiso realizar el trabajo, dado el conflicto legal.

Universia pidió al árbitro que designara a otra empresa tasadora, a lo que éste se negó. Sí acogió la medida prejudicial precautoria solicitada por El Mercurio para impedir la celebración de actos y contratos por parte de su socia española. Universia contrademandó.

Después de un año y medio, en septiembre pasado, se conoció el fallo del árbitro Baraona. Este no acogió ninguna de las dos demandas y estableció que los socios deben ponerse de acuerdo para definir cuáles son los activos de Trabajando en Chile si El Mercurio quiere ejercer su opción y quedarse sólo con el negocio en nuestro país. Y por extensión, establecer cuáles corresponden al negocio en el exterior si su socia española desea ejercer la suya.

Universia no quedó contenta, en diciembre recurrió de nulidad ante la Corte de Apelaciones y a fines del mismo mes se desistió. El escenario no es fácil. Por una falla inexplicable nunca se constituyó la filial de Trabajando en Chile. Y hay que partir por definir aspectos tan básicos como a quién le pertenece el programa computacional. (El Mostrador)

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