Con la ansiedad propia de la fanaticada, y no con la racionalidad de un órgano constituyente, la Comisión transitoria de DDHH, constituida en el marco de la necesidad de dotar al proceso constituyente de normas procesales, adoptó un acuerdo en orden a terminar con Carabineros de Chile y sustituirla por otra policía con mando civil y que cumpla con la doctrina de los derechos humanos.
Se podría argumentar acerca de lo ilógico que resulta que esta definición no sea la consecuencia de un proceso de trabajo, escucha y reflexión, sino una manifestación a priori, una decisión adoptada ex ante, es decir, la expresión más propia de lo que se llama un prejuicio. También se podrían señalar las enormes incertidumbres que abre esta manifestación de voluntad conocida así, en el vacío, sin hacerse cargo de ninguna de las obvias consecuencias prácticas que abre.
Pero, esta decisión es solo una manifestación más del conflicto que viene planteándose en nuestra sociedad desde hace ya un buen tiempo. Hay una izquierda, extrema, mesiánica e ideologizada cuyo rechazo por esta sociedad, que ellos despectivamente llaman “neoliberal”, ha alcanzado tal punto que han llegado a confundir nuestro modelo de desarrollo con la esencia misma de nuestro país y sus símbolos. Tal parece que de tanto detestar “el modelo”, ya no les gusta Chile y quieren cambiarlo por otro país.
De qué otra manera puede explicarse que les moleste la canción nacional, nuestra bandera, destruyan monumentos de héroes como Baquedano, insulten a nuestras FFAA, como hicieron Gabriel Boric y Hugo Gutiérrez, y que ahora también quieran suprimir a nuestros carabineros. En definitiva, para ellos el problema de nuestra policía uniformada es doble: por una parte, el carabinero ha llegado a ser un símbolo de nuestra identidad nacional, en cada pueblo por pequeño que sea hay un cuartel como señal de seguridad y soberanía; por otra, porque cada carabinero es expresión de integración social bajo el valor del orden, del imperio de la ley, de ese valor superior de la civilización que llamamos estado de derecho.
Defender la existencia de Carabineros es mucho más que apoyar una organización burocrática, es afirmar un símbolo que forma parte de nuestra cultura, de nuestra historia colectiva e individual, es afirmar una serie de valores, igual como hacemos cuando renovamos nuestra admiración a Prat, relevamos el valor de la familia o apreciamos el esfuerzo como motor de la movilidad social.
En estos treinta años, que no le gustan a la izquierda extrema, Aylwin buscó la integración del país; Frei, la proyección del modelo de desarrollo; Lagos la reinserción de la izquierda democrática bajo una inspiración republicana; y Piñera un modelo de gestión profesional al servicio de todos. Estos cuatro presidentes encarnan una idea de país que hoy está bajo amenaza. De esto hablamos, cuando hablamos de suprimir Carabineros. (La Tercera)
Gonzalo Cordero