Me gustó la columna que Carlos Franz publicó en El Mercurio de Valparaíso acerca de las palabras que se propone no utilizar en 2015. Todo comienzo de año es propicio para expresar buenas intenciones, y si bien suelen quedarse en eso -intenciones-, algo me dice que Franz cumplirá las suyas. La columna se titula «No diré», y una de las expresiones que el escritor no empleará por ningún motivo es «todos y todas», sin duda la manera más insustancial de hacerse cargo de la igualdad de género. Las mujeres esperan mucho más que las tratemos con redundancia de plurales. Una redundancia que me hace acordar de un célebre alcalde de Quillota que un 21 de mayo, ante delegaciones de las tres ramas de nuestras fuerzas armadas, comenzó su discurso diciendo: «Señores oficiales y señores suboficiales… Señores marinos y señores submarinos».
Franz no dirá «imagen país» ni «proyecto país». En cuanto a mí, tampoco diré «marca país», que es una expresión aun peor que aquellas. «Imagen país» sugiere que la identidad chilena es cosa de publicistas, mientras que «proyecto país» es la manera que tenemos de hacer aparecer de interés general iniciativas que importan solo a nosotros. Sospeche de inmediato cada vez que escuche a un dirigente político diciendo que lo que nos propone es un «proyecto país», porque lo más probable es que se trate de un asunto que incumbe solo a él y a su partido. En cuanto a «marca país» -típico reduccionismo de economistas-, habría que recordar que Chile es algo más que Benetton, Zara o Hush Puppies.
También estoy de acuerdo con Franz en evitar el uso del «Estimado», así, a secas, al inicio de un mensaje de texto que omite del todo el nombre propio del destinatario.
Evitaré también, ahora por mi cuenta, el «Cuídese» al despedirme de alguien, como también el «Chao chao» al momento de finalizar una conversación telefónica. Decirle a alguien que se cuide sugiere que lo vemos muy mal, demacrado, a punto de enfermar o de sufrir algún otro tipo de desgracia. Está bien que el médico que nos despide en la puerta de su consulta nos diga «Cuídese», pero ¿qué sentido tiene que lo haga la cajera del banco o el mozo del café en que hemos tomado un cortado? En cuanto a lo otro, «chao» no agrega nada a «chao», de manera que aquello de «Chao chao» está completamente de más. Alguna vez tuve en casa a una querida empleada que ante mi pregunta de si había llamado alguien, respondía siempre de esta manera: «nadie nadie». ¿Es que con el segundo «nadie» pretendía humillarme? Porque si es triste que nadie te llame, que lo haga «nadie nadie» suena mucho peor.
«Al final del día», «cuento corto», «raya para la suma», «arista», «en familia», son expresiones tan frecuentes como irritantes. Juro que nunca las pronunciaré. Jamás diré «hacer la pega» ni dibujaré comillas en el aire valiéndome de dos dedos de cada mano Tampoco preguntaré «¿Todo bien?», a modo de saludo, para no obligar a mentir a quien recibe una consulta como esa.
Una de las peores es «echar toda la carne a la parrilla», expresión ya abiertamente vulgar para significar que en un asunto cualquiera vamos a ir con todo. A la vez, la «parrilla» del próximo Festival de la Canción tendría que ser «programación», salvo que se esté pensando en cuál va a ser el humorista que será asado este año en la Quinta.
Como ustedes imaginarán, tampoco voy a utilizar «Gracias a Dios». Si un amigo pasa bien una intervención quirúrgica, agradeceré a los médicos (antes de enterarme del valor de la cuenta, desde luego), y si un sobrino nieto queda en la carrera y universidad de su preferencia, lo felicitaré efusivamente (antes de conocer el monto del arancel), aunque sin mencionar a Dios. Sin embargo, continuaré presenciando atónito cómo los jinetes que acaban de ganar una carrera se persignan y levantan luego los brazos al cielo, y seguiré escuchando cómo nuestros futbolistas, después de un resultado favorable, consideran que es a Dios a quien tienen que agradecer por preferir la camiseta de su equipo y no la de la oncena contraria. (El Mercurio)