Insultar, maltratar, agredir, robar, violentar, explotar, abusar, torturar, despreciar, discriminar. No se trata de un concurso de sinónimos, sino de una señal de alerta ante acciones de este tipo que han venido incrementándose hace ya tiempo en nuestro país, con una frecuencia tal, que amerita detenernos, reflexionar y actuar para impedir que estos actos continúen propagándose sin ponerles atajo.
Los primeros que debieran reaccionar son quienes —por su cargo, su exposición pública o su representatividad, ya sea política, económica o social— ejercen un rol de liderazgo. Sus acciones debieran ser un ejemplo virtuoso para la ciudadanía, y no todo lo contrario, como ha ocurrido últimamente en bochornosos actos e incidentes de los cuales hemos sido testigos, protagonizados por autoridades del mundo político, estatal y empresarial.
Lo sucedido en la cena de Asexma es una clara demostración de lo anterior. El mal gusto y la chabacanería, a cargo de un líder empresarial, fueron un insulto a la prudencia en el actuar. Fue una demostración de desprecio hacia lo que significa ejercer un cargo de representación y liderazgo, lo que termina confundiendo a la población, que espera ver en sus líderes y sus acciones un modelo a imitar y seguir.
Lamentablemente, el corolario de esta verdadera impronta del mal gusto es que no tuvo consecuencias para su gestor, generando un pésimo mensaje, porque si para un líder todo está permitido, bueno, el resto de la población, sin representación alguna, se sentirá con plena libertad de imitarlo.
Y lo sucedido a Andronico Luksic es un claro ejemplo de lo expresado. El diputado Gaspar Rivas insultó, maltrató y agredió groseramente de palabra a este destacado empresario, y a pesar de estar sometido a juicio, él dice sentirse “moralmente ganador” ante la ciudadanía, no importando cual sea el veredicto.
Y este diputado, representante del pueblo, con su actitud motivó a que un grupo de personas lo imitara, no solo con violencia verbal igual a la suya, sino con violencia física, como desgraciadamente pudimos presenciar a la salida de Tribunales, cuando Andronico Luksic fue a declarar para proteger su honra y la de su familia. Me pregunto, ¿se detuvo al agresor que le lanzó la piedra? ¿Será castigado?
Y doña Bárbara Figueroa, dándose el gustito de su vida en el Parlamento, insultando grosera, violenta e injustamente al ministro Valdés, ¿no es más de lo mismo? ¿Sufrió alguna consecuencia por su accionar? ¿Dejó de recibirla el Gobierno? ¿La criticaron sus bases o su partido, el PC? ¿Reaccionamos repudiándola los ciudadanos?
Y la violencia con maltrato, abuso, explotación sexual y dolorosamente con resultado de muerte, proveniente de la negligencia del Estado en el Sename, ¿cuántos años lleva ejerciéndose impunemente? ¿Cuántos funcionarios lo han hecho y siguen haciendo porque no ha habido consecuencias para ellos, sino solo para los niños? ¿Habrán motivado dichas conductas a quienes —con una violencia terrorífica— torturaron y mataron en Temuco a un niño de 13 años, que dormía en las noches en el Sename y trabajaba de día vendiendo calendarios en las micros, según indica la prensa? Asesinado en venganza por una presunta violación de la cuál era absolutamente inocente.
¿Y las huelgas ilegales de los EEPP, que paralizan el país, sin consecuencia alguna para ellos? ¿Y la colusión de las empresas que desprestigian la actividad, pero a pesar de todo, siguen ocurriendo? ¿Y la delincuencia que pampea sin que, en la gran mayoría de los casos, la Fiscalía persiga a los delincuentes y éstos reciban su castigo? ¿Y la violencia intrafamiliar que no termina? ¿Y las discriminaciones de todo tipo? ¿Y el terrorismo en la Araucanía que sigue impune? ¿Y la agresión constante a Carabineros sin castigo?
Es preocupante todo lo expuesto, lo que a mi juicio, debiera hacernos reflexionar sobre el devenir de Chile, como un llamado de atención para que oportunamente seamos capaces de condenar social, moral, política y penalmente cuando corresponda, a quienes continúen en esta lógica. Con el firme propósito de volver a convivir en un ambiente menos conflictivo, menos polarizado, cuidando tanto el lenguaje como los símbolos y las señales, para que todos podamos sentirnos orgullosos del país que tenemos. Terminemos con la impunidad, antes que sea tarde. (El Líbero)
Jaime Jankelevich, consultor de empresas