La reciente -y archicomentada- carta del Consejo Metropolitano del Colegio de Periodistas de Chile, alegando por la entrevista realizada recientemente por el rector de la UDP, Carlos Peña, al ex presidente español Felipe González es preocupante, por al menos tres grandes razones:
Primero, porque con su provocación, el Colegio pareció desconocer completamente la legislación vigente en Chile sobre derecho a informar y libertad de expresión. El alegato de los periodistas apuntaba a que el rector Peña no cuenta con título de periodista, lo que le impediría hacer una entrevista en un medio. Eso no sólo contradice la teoría de las “profesiones liberales” sino que además desconoce el funcionamiento práctico de muchos medios de comunicación. Peña no es el primero ni el último “entrevistador” que no ha pasado por las escuelas de Periodismo y, si bien se reconoce en estos últimos un expertise y preparación particular y absolutamente valiosa, en ningún caso se puede hablar de una suerte de monopolio para los licenciados en comunicación. Al menos la ley no lo declara así.
Entendemos que el Colegio de Periodistas es una asociación gremial, y que por supuesto debe defender a los suyos. Pero lo mínimo que podemos exigirle los gremios es que conozcan su marco legal. De lo contrario, no sólo realizarán una mala defensa a sus confederados, sino que lograrán unir a buena parte de la opinión pública en su contra.
Pero hay más: mantener esa visión reduccionista no sólo nos impediría contar con la privilegiada pluma y la aguda visión de Peña, sino también que perderíamos el aporte de muchos otros hombres y mujeres que han dedicado su vida o parte de ella a los medios, y que han sido tremenda contribución. De hecho, llama la atención -tal como señaló el profesor Alberto López-Hermida en una carta al director- que el Colegio de Profesores ponga el grito en el cielo por el abogado y doctor en sociología, pero no diga nada por Francisca Sandoval, ícono para un sector de periodistas, y que nunca tuvo preparación formal en esta área.
Es verdad que, un día después, Jorge Donoso, ex presidente del aludido Colegio -en otra carta- matizó, y señaló que el aporte de terceros ajenos al periodismo “no puede ser una práctica habitual”. Está bien; se agradece la bajada de cambios, es bastante más razonable, pero de todos modos puede ser insuficiente: los medios de comunicación deben ser una expresión de la sociedad, y muchas veces superan por lejos el oficio de reportear. En esto quiero ser bien pertinaz: no se trata de relativizar el rol de los periodistas, el que es clave y sin duda cumple un rol fundamental en el mundo de los medios. Pero también debemos entender que las Comunicaciones, así con mayúsculas, son un proceso mucho más complejo, que nace de la sociología, y en la que muchos actores están invitados a participar.
Pero hay todavía una tercera razón -y es la más grave- del por qué causa preocupación la misiva del Colegio de Periodistas: quien la suscribe se enfocó en la ya mencionada entrevista, la que tuvo lugar en El Mercurio, con todo lo que ello implica. Pero el Colegio parece olvidar que hay todo un mundo de medios más allá de El Mercurio, e incluso más allá de los medios tradicionales de comunicación: hoy gran parte de la comunicación se transa en las redes sociales (o redes sociodigitales, como les diría el académico argentino Martín Becerra)… y ahí sí que no hay reglas.
Es más, hoy se discute que Facebook, Tik Tok y Twitter (o X) no son propiamente medios, sino que cada autor, cada cuenta, cada influencer, es un medio en sí mismo. Hoy son muchos los actores que intervienen, informan y generan opinión, sin tener por intermediario a un medio de comunicación (fenómeno relacionado con lo que Homero Gil de Zúñiga ha llamado “News find me”)… ¿y qué va a decir el Colegio de Periodistas al respecto? Limitar la libertad de expresión, o el derecho de informar, a periodistas titulados, es quedarse debajo de la discusión sobre el futuro de las comunicaciones digitales, y es evidentemente un debate propio del siglo XX. (El Líbero)
Roberto Munita