En la casa de su fallecida madre, en la comuna de El Bosque de la Región Metropolitana, pasa sus días el sacerdote Tito Rivera.
El hombre fue sancionado canónicamente en 2018 con la prohibición de ejercer el ministerio sacerdotal durante 14 años. Hoy tiene 67 años, lo que implica que podría volver a oficiar misas recién a los 81 años.
Los hechos narrados por el denunciante Daniel Rojas, en una demanda por $ 350 millones por indemnización interpuesta el pasado 27 de febrero contra el presbítero Tito Rivera y el Arzobispado de Santiago, representado por Ricardo Ezzati, incluyen una violación que habría ocurrido en las dependencias de la Catedral de Santiago, cuando Rojas acudió en busca de ayuda para adquirir los medicamentos de su hija.
Ezzati, según detalla la acción judicial, al escuchar su testimonio le habría pedido orar por el sacerdote.
El abogado de Rojas, Alfredo Morgado, explicó que el proceso se inició con una investigación penal en julio pasado. “Actualmente está siendo investigado por la Fiscalía Regional de Rancagua y ya se ha tomado declaración a diversas personas”, señaló el profesional.
Bajo perfil
Quienes lo conocen aseguran que Rivera se movía en ambientes discretos y era reservado. Lo recuerdan siempre dispuesto a ayudar a algún sacerdote cuando fuese necesario. Su disponibilidad le valió ser número fijo en la lista de reemplazos de la Catedral, ubicada en la Plaza de Armas de Santiago.
“No tenía la relevancia que tienen otros sacerdotes, que son conocidos por sus prédicas o sus contactos sociales. Tito no es ninguno de esos”, afirma un religioso de la Iglesia de Santiago que compartió con él. E insiste: “No era de los que estaban en las parroquias más bullantes, sino que se quedaba en la catedral, donde la gente pasa y no observa mucho qué sacerdote está celebrando. No era de esos que tenían protagonismo social o eclesiástico”.
Círculo de amistad
Rivera, cuenta un conocido suyo, era más bien introvertido. No tenía un círculo íntimo de amigos dentro del clero, sino que se rodeaba de un grupo de hombres de alrededor de 30 años.
“El círculo de él yo veía que eran estos adultos jóvenes que circulaban. A mí personalmente no me agradaba, no me resultaba cómodo”, cuenta un religioso que trabajó con él dentro de la catedral. “Personalmente una vez se lo dije. Feliz de que tú vengas a ayudar, pero que vengas solo”, cuenta que le habría dicho.
Ornamentos
Otro episodio relatado en la denuncia es el presunto robo de reliquias de la catedral y la Iglesia Las Agustinas. Una de sus aficiones, dicen los que lo conocieron, eran los adornos litúrgicos o reliquias de iglesias.
También, relata el religioso que compartió con él, Rivera solía vestir de manera especial a estos adultos jóvenes que lo acompañaban, de modo similar a los sacerdotes: “Aquí los laicos son laicos y vienen con chaqueta y corbata, con camisa, o con polera, pero no con ornamentos medios clericales”.
Agrega que “en la Iglesia, pasa que a veces hay algunos curas que son más proactivos, más de avanzada, y otros que son muy conservadores y anticuados, que les gustan las liturgias, los ornamentos, el órgano que está en los templos. Tito se movía en ese ambiente, cosa que no es muy habitual. Él estaba más hacia adentro, hacia la sacristía”.
Rivera tuvo una formación inicial en los Mercedarios. Durante su trayectoria no ocupó cargos relevantes dentro del Arzobispado de Santiago. Pasó por la diócesis de San Felipe y la capellanía de Carabineros en el Obispado Castrense. Llegó a Santiago a finales de los 90, y entre sus actividades pastorales se encuentra haber sido párroco en la parroquia Nuestra Señora Asilo del Carmen y rector de la Iglesia de las Agustinas.
Hasta la publicación de esta nota, el Arzobispado de Santiago no se había referido a esta situación.
La Tercera/Agencias