La semana pasada vimos discusiones y votaciones realmente increíbles. Reales atentados contra la racionalidad humana. El mundo político daba vueltas en círculos porque Republicanos habían puesto una enmienda en la que decían que “todo ser humano es persona”. Esto molestó a muchos. Lo curioso es que esto es como decir que una silla es un mueble y lo es… o que un roble es un árbol, y ciertamente lo es. Decían que esto podía ir contra el aborto en tres causales. Lo cierto es que se aclaró que no era así, lo que sí implicaba era reconocer que todo aborto es asesinato y ciertamente lo es. Se mata a una persona y se hace de modo legal. Lo que deja claramente en evidencia que la ley pueda permitir algo, siempre intrínsecamente malo, en el nombre del bien. Más allá que la persona nunca es condenable, los actos sí lo son. Matar es siempre malo, hay veces que puede estar justificado. La justicia no siempre es lineal, es compleja. Pero esta tozudez con reconocer lo evidente tenía otros fines.
Todo ser humano es persona, sin duda. El ser humano no está determinado por su naturaleza, desde su libertad puede establecer qué ser; literalmente ángel o demonio. El concepto de ser personal implica una máscara que lo hace único e irrepetible. Toda persona es diferente. La minoría más mínima es la persona, ya que toda persona es un mundo. De este concepto deriva la noción de sagrada de la vida humana. Sin este concepto seríamos una especie más, que no tendría un valor intrínseco en sí. No podríamos hablar de derechos humanos sin la noción del ser personal único e irrepetible. Ciertamente no somos un colectivo.
La gran discusión para el aborto es cuando hay persona. En esa discusión no hay acuerdo, unos dicen desde la concepción, otros desde más avanzada edad. La verdad es que la diferencia es tiempo y si a un cigoto o un feto lo dejamos ser, no será nunca un ornitorrinco, sino un ser humano completo. Es un ser humano con todo en potencia que, si la naturaleza avanza será un ser en acto. Es persona desde el inicio. Les guste o no a quienes quieran decir que un roble no es un árbol. Lo es.
Pero este mundo del sentir no sólo es capaz de afirmar que lo evidente no es lo que es, sino que se atreve a juzgar de “terraplanistas” o “medievales” a quienes tenían certezas de realidades antropológicas fundamentales para hablar de civilización y cultura. Un período que fue excelso en muchos aspectos y que dejó las catedrales góticas que evidencian su destreza arquitectónica e ingenieril hasta hoy.
Hoy tenemos una cultura que niega la realidad y que acepta al sentimiento como el creador de la realidad. Pero el sentir, aunque siempre respetable, no hace el ser. El problema es que esta discusión hoy se plasma en la Carta Fundamental en la que una norma evidente “todo ser humano es persona” pasa a ser algo discutible, algo puesto en duda. Poner en duda esto es abrirse a que un ser humano puede ser “gladiolo” o simplemente “materia”. ¿Si somos sólo materia, para que homenajear a los muertos? ¿Para qué romerías y otros rituales? Si somos sólo materia, no hay derecho humano, no violaciones a estos que sean posible. Evidentemente no somos sólo materia, somos seres personales que tienen biografía y que la construyen desde el inicio.
Lo más grave es que esta norma, tras el escandaloso artificial debate, fue rechazada. Lo evidente y certero deja de serlo por conveniencia ideológica. ¿Simplemente para no calificar de asesinato, lo que lo es? El aborto es asesinato sin duda. Se puede legalizar el asesinato, con lo que deja de ser un crimen en la ley positiva, pero eso no hace el acto algo bueno nunca. Es entendible el crimen en ciertas circunstancias, sin duda. ¿Es condenable quien lo ejecuta? Nunca. Se condena el pecado, no al pecador.
Esta votación es espuria y atenta contra la mínima racionalidad, ya que evidentemente todo ser humano es persona, les guste o no. (El Líbero)
Magdalena Merbilháa