¿Y los cerdos de Freirina? El sentido común usa con facilidad la palabra «cerdo» o «chancho» para designar a quien es sucio en su comportamiento, sus hábitos, etc. Abundan las caricaturas de políticos y empresarios deshonestos representados como animales con chaqueta y corbata. Como en las fábulas de La Fontaine: el genial escritor francés hizo una radiografía -a través de animales «humanizados»- de los vicios y miserias de la vida cortesana de la Francia del siglo XVII. No tenemos a La Fontaine, pero tenemos a Kramer y a los humoristas nacionales, que están recibiendo de la realidad más material de trabajo que nunca en la historia.
¿Y el caso de un eslogan de una cadena comercial que dejó de ser eslogan para transformarse en una frase que revelaba prácticas de abuso de sus propios ejecutivos a sus humildes consumidores? La Polar: «Llegar y llevar». Y suma y sigue. Se ha dicho que Chile es un país poético, ahora habría que decir que en Chile las metáforas del lenguaje están dejando de ser metáforas para ser literalidad pura. Eso nos hace recordar lo que afirmó Antonin Artaud, el escritor francés, que al llegar a México les escribió a sus amigos surrealistas de París: «Nosotros creímos que habíamos inventado el surrealismo, pero el surrealismo existía aquí desde antes, y no en los libros, sino en las calles».
Nietzsche había advertido que muchas veces las «cosas quieren hacerse símbolos». Una tormenta, una tempestad, el estallido de un volcán, pueden estar expresando a nivel físico algo que está ocurriendo a nivel psíquico. Si esto es así, no puede dejar de inquietarnos y estremecernos el incendio del vertedero que tiene a Santiago sumido en una nube tóxica. Y digo «tóxica» con todas sus letras, porque es muy peligroso cuando las autoridades usan eufemismos para ocultar la verdad, distorsionando el lenguaje, haciéndolo tóxico: las mentiras envenenan. También es tóxica la indolencia e ineptitud de nuestras autoridades para adelantarse a catástrofes de esta naturaleza, y tóxica es la conducta de la empresa que administra el relleno sanitario. En realidad, ya hace tiempo que los chilenos estábamos sintiendo asfixia en un clima político de descomposición y podredumbre crecientes. Como el personaje Hamlet, decíamos «algo huele mal en Dinamarca». Ahora la basura estalló, y estamos dentro de ella, intoxicándonos físicamente, ya no solo moralmente. Y como dijo una vez el Quijote (¿o fue Sancho?): «Huele, y no a rosas».
La metáfora de la política convertida en basural ya no es solo una metáfora. Es de esperar que este dramático incendio se convierta en un acto de catarsis y purificación, que hayamos tocado fondo y que los próximos signos de la realidad sean de renacimiento. Que también lo delicado, lo noble, lo bello que hay en lo más profundo del pueblo chileno se manifieste. ¿No nos merecemos también una lluvia de flores, una invasión de colibríes o mariposas? Chile necesita urgente un guillatún.