Como afirmaba en mi columna anterior, el recién firmado Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, también conocido como TPP11, es un paso adelante importante hacia la integración económica de sus adherentes. Al igual, la Alianza del Pacífico, también se enfoca al libre comercio de bienes y servicios y el libre flujo de capitales entre los cuatro países miembros (Chile, Colombia, México y Perú). Estas dos agrupaciones tienen tres miembros comunes: todos los adherentes a la Alianza del Pacífico menos Colombia, que no es firmante del TPP11. Para los demás miembros de la Alianza, y para ella misma, sería de gran utilidad que Colombia se integrara al TPP11.
Si miramos en conjunto ambos tratados, existen razones para pensar que ambos podrían ser un importante trampolín para que sus miembros pudiesen diversificar su economía por la vía de la integración a las cadenas internacionales de valor. El TPP11 y la propia Alianza permiten la acumulación de origen entre miembros de los respectivos tratados, lo que implica que una exportación de un miembro a otro, con el objeto de ser procesado en el segundo para su eventual exportación a un tercero va a recibir los beneficios del tratado. La participación de importantes países desarrollados en el TPP11 asegura amplios mercados para las exportaciones de los adherentes latinoamericanos.
En sí mismos, los tratados plurilaterales de libre comercio no necesariamente redundan en una diversificación productiva, pero bien podrían ayudar a que ella ocurriera. Por supuesto, habrá que superar una serie de escollos por el lado de la oferta para que los países latinoamericanos, a excepción de México, demos el salto de ser puramente extractivos a participar en las complejas cadenas de valor que vemos entre los países desarrollados (y algunos en desarrollo, como los de Asia y el propio México). Otros obstáculos dicen relación con, por ejemplo, la escasez de capital humano y de infraestructura y la escasa profundidad de los mercados financieros. Asimismo, convendría que los países de la Alianza del Pacífico aceleraran el tranco en sus esfuerzos de integración económica y que, a un plazo lo más corto posible, se perfeccione esta región como un espacio económico común donde puedan circular bienes y servicios, capitales y hasta personas. Al profundizar y mejorar la liquidez de diversos mercados financieros (acciones, bonos, créditos de largo plazo), la integración financiera relajará las restricciones de liquidez que enfrentan empresas productivas de tamaño medio.
Ambos tratados trabajan en la misma dirección y tienen importantes sinergias entre ellos. Ahora hay que ponerse a trabajar para propiciar la mayor integración de las economías latinoamericanas miembros del TPP11. De tener éxito, estas experiencias irán atrayendo a un número mayor de adherentes, incluyendo al propio Estados Unidos cuando despierte de la pesadilla de Trump. (La Tercera)
Manuel Agosin