A un año y medio de gobierno el programa presidencial es un huérfano político y la Nueva Mayoría una coalición que se derrotó a si misma y que sucumbe ante la Concertación. Con la salida del equipo político anterior, y sus reemplazantes en Interior y Hacienda, el proyecto de la actual coalición quedó sin sus principales promotores, sólo Nicolás Eyzaguirre permanecía como tácito sostenedor de esa hoja de ruta. Pero la entrevista del Ministro Secretario General de la Presidencia en El Mercurio del domingo despeja cualquier duda, sus adjetivos son claros: improvisación, visión crítica, estilo “pachotero” (como autocrítica personal).
Pero lo realmente importante es si esta visión crítica se traducirá efectivamente en cambios concretos en la agenda legislativa y política del gobierno. Porque, desde el cambio de gabinete, hemos escuchado declaraciones en el mismo sentido de parte de otros ministros del comité político pero, en buen chileno, a la hora de los quiubo en los proyectos de ley se sigue caminando más bajo la lógica de la retroexcavadora que del diálogo. La pregunta entonces es ¿significa esta entrevista que viene el cambio de rumbo que tanto se espera?
Es difícil de creer, porque la Nueva Mayoría tiene una inercia muy fuerte, que viene dada por los sectores más de izquierda que definen su identidad, por los compromisos adquiridos o, para ser más preciso, por las expectativas generadas, que hacen imposible que esta coalición, con esta composición, pueda dar el paso que sugiere el Ministro Secretario General de la Presidencia. Una de las cosas que se pueden deducir de las palabras del Ministro es que el gobierno debe concentrarse en cerrar bien lo que ya está iniciado, pero eso significa moderar y madurar ahora lo que se hizo improvisadamente, según sus propias palabras, y nada que vaya en esa línea parece tener piso legislativo en esta coalición.
La caída en las encuestas de la Presidenta Bachelet, por su parte, le quita al gobierno la fuerza para disciplinar a sus propias bancadas y, en ese sentido, esta más parece un entrevista con la que La Moneda prepara el terreno para la discusión de la ley de Presupuesto.
Esta bajada a la cancha del Ministro Eyzaguirre se produce en un momento muy oportuno para Hacienda, porque todo anticipa que el proyecto de presupuesto va a ser un balde de agua fría para los reformistas, pero también va a estar muy lejos de conformar a los que pidan un verdadero sentido de realismo y responsabilidad fiscal. O sea eso viene difícil y ahora todos pueden estar notificados acerca de la posición en que va a jugar la Segpres.
En concreto, ya nadie defiende la implementación del programa y aunque se sigue sosteniendo como una carta de navegación que debería proyectarse en el largo plazo, eso suena más bien a una manera elegante de darle cristiana sepultura. Cuando el Ministro Eyzaguirre toma distancia del diagnóstico que llevó a este programa, queda en evidencia que, en su opinión actual, hay fallas estructurales en el proyecto de la Nueva Mayoría.
La nueva Constitución es la batalla que viene a la vuelta de la esquina, el último refugio de los adalides del programa, para validar así la pertinencia del rumbo programático. Pero hasta ahora lo que se escucha, más que asamblea constituyente, es un programa de educación constitucional, para llegar en algún momento indeterminado, de un futuro incierto, a redactar esa soñada nueva constitución.
No hay que ser ingenuo, el programa representa una visión de la izquierda que está muy lejos de ser abandonada, pero ha perdido toda defensa intelectual, no tiene hoy campeones que combatan bajo ese escudo; por eso el programa, el sacrosanto programa, recuerda esa poesía de Carlos Pezoa Véliz, que habla de un pobre diablo del que nadie conocía su nombre y que, cuando murió, fue solo el panteonero a enterrarlo, en un acto de rutina, de soledad, intrascendente, y tras la última paletada y nadie dijo nada, nadie dijo nada.