La aprobación del proyecto de ley que despenaliza el aborto en tres causales constituyó un gran triunfo para esta administración. Dicha iniciativa siempre tuvo una dimensión simbólica muy relevante para Michelle Bachelet y, quizás en algún sentido, paga o compensa los tantos sinsabores y reveses que ha enfrentado en su segundo gobierno. Algo similar ocurrió con la consolidación legal de la gratuidad y, en la batalla que se viene, por lo que se resuelva sobre el proyecto de educación pública.
Y aunque es cierto que todos los gobernantes tienden a mejorar su aprobación en el último año de mandato, creo que esta vez la variación no será muy significativa, cuestión que tampoco debería quitarle el sueño a los estrategas de palacio. Desde un principio se supo que no sería fácil. Demás está decir que los innumerables errores hicieron las cosas todavía más difíciles. Pero, a estas alturas, el poder plasmar una parte significativa de la idea original que se tuvo hace cuatro años, vale mucho más que un puñado de puntos en las encuestas.
En todo caso, dudo que este relato de la trascendencia con que hoy se intenta compensar la baja aprobación ciudadana, que incluso quiso presentar a la Presidenta de la República como una suerte de mártir, que sacrificó su patrimonio político y se expuso a las incomprensiones de su tiempo, y todo por el cumplimiento de un bien mayor; dudo, insisto, que ese discurso haya sido parte de la estrategia original. Pero la verdad es que, nuevamente, poco importa, especialmente si además de sentir que en lo sustantivo se cumplió con la tarea, puede también inyectarse algo de orgullo y energía a las alicaídas huestes oficialistas para la próxima elección.
Es ahí donde el gobierno todavía juega un rol relevante. Quién lo diría, pero la administración peor evaluada por los ciudadanos desde que recuperamos la democracia, sigue siendo el sustento y quizás la última esperanza para una coalición cuyos candidatos se bandean entre el desgano y la impotencia. En efecto, en las últimas semanas el Ejecutivo no solo retomó el protagonismo en la agenda, chicoteando a los suyos y arrinconando a los adversarios, sino que ha provisto de municiones para enfrentar la próxima batalla con algo más de dignidad que la hasta ahora exhibida por sus representantes.
Se presentó la reforma a nuestro sistema de pensiones, como también el proyecto de inmigración. Sabremos en breve el contenido de la propuesta para una nueva Constitución, como también deberemos discutir el matrimonio igualitario con posibilidad de adopción incluida. Y, como corolario, más temprano que tarde se viene el cierre del penal de Punta Peuco.
Y aunque el partido se sigue perdiendo por goleada, al menos ya demostraron que pueden dar tres pases seguidos. Ya veremos si esto tiene algún efecto en el respetable. (La Tercera)
Jorge Navarrete