Las recientes amenazas proteccionistas de Donald Trump para golpear a los aliados más importantes de Estados Unidos con aranceles han desconcertado a los economistas. Estados Unidos tiene un enorme déficit comercial de 566 mil millones de dólares, una señal de advertencia para Trump, quien está preocupado por la cantidad de dinero que fluye hacia fuera del país para importar bienes extranjeros.
El mandatario cree que el déficit de su país es una señal de que los socios extranjeros están desangrando a Estados Unidos, robándole puestos de trabajo a los trabajadores comunes y obstaculizando su potencial económico.
La verdad es muy diferente. Trump se equivoca tanto al culpar a otros países como sobre los efectos económicos del enorme déficit comercial de Estados Unidos. En cambio, Estados Unidos debería buscar la explicación en sí mismo.
Comencemos con simple economía. Si un país quiere comprar más de lo que produce, tiene que importar para satisfacer la demanda. Bangladesh, por ejemplo, tiene una ventaja comparativa sobre Estados Unidos al fabricar prendas de ropa más baratas y de calidad razonable.
Lo mismo ocurre con la fabricación de televisores de Corea del Sur y los teléfonos móviles chinos. Los automóviles de lujo de Alemania son más caros, pero se consideran de mayor calidad que los de marcas estadounidenses. Como resultado, Estados Unidos compra todos estos productos en lugar de fabricarlos en el país.
¿Quiere Trump aumentar la inflación solo para que Estados Unidos pueda fabricar ropa, televisores y teléfonos en casa? Construir las instalaciones, capacitar al personal, crear las cadenas de suministro, son operaciones muy costosas en un país que no está especializado y no tiene la ventaja geográfica de tener industrias complementarias cerca, como Corea del Sur que compra hardware a China para sus televisores.
En el centro del plan de Trump hay una gran contradicción para salvar o incluso crear empleos en las decrecientes industrias manufactureras estadounidenses, justo cuando el país alcanza el nivel más bajo de desempleo en casi 50 años.
Recientemente, el relativamente fuerte -y según algunos, sobrevaluado- dólar le ha dado a los estadounidenses aún más poder para aprovechar las ofertas de los productos foráneos, lo que no es culpa de los extranjeros.
Para empeorar las cosas, Trump ya ha impulsado recortes de impuestos por un valor de 1,5 billones de dólares a través del Congreso y ha anunciado planes masivos de estímulo fiscal. Eso solo puede exacerbar el déficit a medida que las importaciones aumentan para satisfacer el incrementado gasto.
Si de todas maneras Trump quiere realmente reducir el déficit, sus opciones en casa serían ajustar los presupuestos del Gobierno, alentar a los consumidores más acomodados a comprar productos hechos en Estados Unidos y lograr que los trabajadores ahorren más dinero de sus salarios en lugar de gastar.
Castigar a los países que después de todo compran los productos que Estados Unidos envía al exterior es contraproducente para su objetivo.
Olvide los aranceles al acero. Probablemente no tengan un gran impacto en los precios al consumidor en Estados Unidos.
Sin embargo, las recientes promesas de Trump de aplicar aranceles a productos chinos con un valor de miles de millones de dólares son una señal de que él considera que el proteccionismo es una estrategia viable para «hacer a Estados Unidos grande de nuevo». En cambio, podría hacerlo más pobre. (DW)
Daniel Winter