Trump: los medios también fuman opio- Carlos Correa

Trump: los medios también fuman opio- Carlos Correa

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Por qué Los Simpson o Michael Moore fueron capaces de prever lo que los medios más grandes y serios y toneladas de analistas y pronosticadores no fueron capaces de ver?

¿Por qué los medios citan papers sesudos y analistas que hablan en arameo para explicar la compleja relación de los americanos con los migrantes, si en el Gran Torino, en el complejo lenguaje de las emociones que solo Clint Eastwood sabe hacer, se cuenta tan bien?

Es muy razonable que la elite americana aborrezca a Trump, que se preocupó especialmente de no cortejar a ninguno de ellos, sino convertirse él en la noticia, y sobre todo en el espectáculo y hacerlos bailar a su ritmo, mientras se metía, a través de las malas historias sobre él, en los livings americanos. Pero la reflexión que tendrán que hacer es cómo construyeron una realidad donde era imposible que Trump ganara y en que, contrario a lo que predijeron, ganó en buena lid.

La falsa ilusión que se construyó llegó hasta tal punto que terminaron los propios medios americanos en creerla, e invisibilizaron el profundo descontento de la sociedad americana con la clase política, el bajo crecimiento de la economía, el deterioro de la llamada White trash –como se conoce a los blancos pobres, la decadencia de los estados industriales que rodean a los Grandes Lagos,  las evidentes debilidades de la candidata Clinton, a la que un desconocido Bernie Sanders la tuvo entre las cuerdas,  y que durante la campaña decía una cosa en público y otra en privado, como lo evidenció Julian Assange, cuando filtró sus conferencias privadas a banqueros y poderosos.

Los medios crearon un monstruo, del que la corrección política mínima decía que era imposible votar por él, como si no saliera en la papeleta o no fuera legítimo su triunfo. Solo así se explica hoy la estupefacción de muchas personas, e incluso la cantidad de mensajes tratando de idiotas a los americanos, que simplemente decidieron elegir al que les parecía mejor para manejar una sociedad cada vez más compleja y, por tanto, insegura.

Y ante la derrota, simplemente les echaron la culpa a las encuestas y no al falso sentido común que construyeron.

En el caso chileno, los medios tradicionales se tragaron sin digerir la quimera que habían creado sus colegas americanos. Cada conductor se dio  el gusto de citar más y más la realidad construida y ojalá citando más fuentes americanas para verse más intelectual en esa hoguera de las vanidades en que se han convertido los rostros.

A nadie se le ocurrió hablar de Los Simpson, de Michael Moore, de El Gran Torino, o de Making a Murderer, la impactante serie de Netflix que muestra cómo el sistema abusa ya no solo de las minorías raciales sino también de los blancos pobres. Forman parten del mundo de la cultura pop, que es visto por la élite como el mundo de la simpleza, de la gente idiota y de lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu llamaba la banalidad de la realidad.

Más fácil es moverse en el escenario de los datos duros, del fact check, de las exit polls y cuantas siglas se les ocurrió para hacer más rimbombante la caída del hombre reality. El mundo pop, el de los realities, de Volver al Futuro II o de las películas lloronas de Clint Eastwood e, incluso, el de la reflexión sobre la violencia en las películas de Tarantino, es visto como el refugio de los tontos, que por cierto también erróneamente votan por Trump.

Es increíble lo rápido que cayó la izquierda en la vieja tesis de los conservadores: que el pueblo se equivoca y no sabe elegir.

Los medios líderes en el mercado en Chile enviaron a sus rostros a mostrar la victoria de Hillary y simplemente no tenían guión para la victoria de Trump, pues ¡cómo iba a ganar aquel que tenía en contra a más de 200 medios! Los mensajes apocalípticos que puso la TV chilena cuando ocurrió en la realidad aquello que no les calzaba perfectamente puede hacer creer a muchos que Trump es la Tercera Guerra Mundial, pese a que los EE.UU., como democracia desarrollada, tiene suficientes contrapesos para evitar un Chávez o un Pinochet.

Hay anécdotas increíbles de cómo los medios en Chile trataron la noticia: en una de las radios más escuchadas de Chile, en la mañana postelección, un analista internacional daba predicciones apocalípticas de cómo será USA con Trump. Lo curioso es que el día anterior el mismo analista había predicho en otro medio de comunicación que Hillary ganaba por paliza.

Un destacado rostro del mundo audiovisual citaba un estudio donde decía que científicamente era imposible que Trump ganara. Varios analistas, reunidos por un canal de televisión, repetían una y otra vez que el llamado early voting favorecería a Hillary, pese a que no tenían  evidencia alguna para tal afirmación.

¿Por qué es importante la reflexión crítica sobre cómo los medios crearon una realidad inexistente para las personas en la elección de EE.UU.?

Vienen pronto elecciones en Chile, y la realidad virtual de la que se habla es un clásico Lagos-Piñera amenazado por un emergente Guillier (que se parece a Trump en su relación simbiótica con los medios). Puede pasar que la gente termine votando por otra cosa. ¿Serán entonces, para los rostros, los noticiarios y los analistas, también los electores chilenos una manga de estúpidos por no votar por el que ellos predicen que debe ganar? (El Mostrador)

Carlos Correa

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