El peligro para su robustez es que dentro de ella se puede decidir cualquier cosa, incluso abolirla, a lo que apuntó la crítica conservadora. Existió un caso paradigmático, Alemania en 1933. Y existen situaciones cuando se abandona el espíritu democrático (arrinconando a la prensa por ejemplo) apoyado en mayorías, aunque no son abolidas otras formas democráticas, como el primer peronismo, entre 1945 y 1955; los Kirchner coquetearon con el estilo, pero no arribaron a las últimas consecuencias. El chavismo lo efectuó a un ritmo a veces imperceptible, como dudando de si llegar a un sistema en definitiva totalitario; en las últimas semanas en cambio cruzó el umbral y tenemos instalada una dictadura nueva en el continente.
En Turquía el progresivo autoritarismo de Erdogan es parte de la práctica de instalar una semidictadura o una marcha hacia esta -y no un mero presidencialismo- sobre la base de medios democráticos para alcanzar la meta no democrática. Cierto que en el país otomano este populismo empalidece en una región donde la democracia es escasa o sencillamente no ha existido nunca como estructura política. La Turquía moderna, fundada por Atatürk en 1923, solo alcanzó lo que llamamos democracia desde fines de los 1980, sin tentarse con el fundamentalismo -si bien con otros conflictos profundos- y emergía como una gran barrera ante el extremismo.
La llegada de Erdogan, en paradoja no excepcional, vino montada sobre un crecimiento económico sin precedentes y su discurso político en no pocos sentidos podría ser calificado de derecha. De la derecha autoritaria y con rasgos populistas que ha ido desmontando la democracia en base a un fundamentalismo soft dentro de un mapa estratégico complejo y contradictorio de la zona, a veces se aproxima y a veces se aleja de Rusia y/o de EE.UU. Por otro lado, en un caudillismo con rasgos latinoamericanos -vale para Trump también dentro de un sistema maduro como el norteamericano- incita respuestas insurreccionales; la derrota de estas, como el fracasado golpe de julio del 2016, le dan excusa a Erdogan para cerrar todavía más la ventana del pluralismo; las elecciones que lo llevaron a la presidencia hace más de un año fueron las últimas de tipo democrático; el reciente plebiscito, de analogía con el nuestro de 1980, ya no lo fue. Construyó conscientemente un círculo vicioso que lo fortalece.
Y ahora en Francia un 40 por ciento del país votó por dos candidaturas del mismo formato en su dinámica, aunque al igual que en EE.UU. es probable que la fuerte institucionalidad contenga estos proyectos si es que prosperan. Con todo, hay deterioro y la misma Francia no ha sido una taza de leche con las guerras civiles del XIX, la crisis institucional por una derrota militar en 1940 y los golpes de Estado en 1958 y 1961.
El equilibrio de poder y el inefable del espíritu democrático vienen a ser antídotos más confiables para la supervivencia del orden democrático.