Un aire

Un aire

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El que probablemente sea el poema más breve de Gonzalo Rojas dice nada más: “Un aire, un aire, un aire, / un aire, / un aire nuevo /no para respirarlo /sino para vivirlo”. Su autor lo leía con una voz que sonaba más a mandato que a súplica, como significando que, de tiempo en tiempo, resultaba imperativo respirar un aire nuevo para seguir viviendo significativamente. La metáfora bien puede aplicarse a la política.

Ya sabemos que la política partidista y la parlamentaria se encuentran desprestigiadas y miradas con distancia, desprecio y rabia por la ciudadanía. Sabemos también que ese fenómeno no ha hecho sino crecer y que, de seguir así, existen riesgos no despreciables para la democracia liberal, pues, en estas condiciones, es muy improbable se den gobiernos realizadores, cualquiera sea la coalición que resulte vencedora. La rodada cuesta abajo no se detendrá por azar y seguirá aumentando el malestar con la denominada peyorativamente “clase política” y con las instituciones mismas que organizan el ejercicio del poder en la República.

Lo sabemos todos. Si no entra un aire nuevo, la crisis y parálisis política, que ya lleva más de un decenio, empeorará y, con ello, el desarrollo humano de Chile, cualquiera sea el modo que lo definamos.

Sabemos también que el poder para abrir ventanas, salga el aire enrarecido y entre uno nuevo lo tienen los mismos que hoy están en los centros de poder y sufren el desprestigio. Sabemos también que sus intereses de corto plazo y sus agendas personales tienen a muchos de ellos reticentes al cambio necesario.

Octubre y noviembre fueron meses de particular aspereza política, donde reinó la descalificación como pocas veces. La derecha se empecinó en tumbar a la ministra del Interior, una de las figuras más moderadas y responsables del Gobierno, quien ha incidido decisivamente en dejar atrás los aires refundacionales con que la coalición de gobierno llegó al poder. Alguna vez tendrán que explicar la lógica que tuvo esa inexplicable embestida.

Diciembre comienza con una luz de esperanza. Un acuerdo para la creación del Ministerio de Seguridad. Se le hagan las críticas que se quiera, es un acuerdo positivo. Si se implementa bien, debiera establecer a un grupo profesional capaz de idear, sostener, implementar e ir perfeccionando políticas públicas coherentes y sostenidas de seguridad; y, sobre todo, diseñar mejores estrategias del actuar policial, que tiene mucho por perfeccionar.

¿Será ese acuerdo el comienzo de algo, una golondrina que no hará verano o un veranito de San Juan? ¿Servirá ese ímpetu para que la actividad parlamentaria, particularmente la fiscalizadora, tan necesaria, pueda ejercerse en otro tono, sin tantos adjetivos y descalificaciones? ¿Por qué la valoración de los acuerdos por parte de la opinión pública, que parece haber dejado atrás la indignación y estar optando incrementalmente por el centro, no ha sido seguida de una actividad política menos confrontacional y más dispuesta a las concesiones?

La razón por la cual muchos parlamentarios permanecen y permanecerán anclados en su estilo es que no está en su interés apelar al sentido común de las mayorías. Su reelección está asegurada si mantienen la fidelidad de porcentajes mínimos de electores en sus distritos y a esos grupos hablan, atienden y favorecen.

El único modo de salir de este atolladero es con una reforma del sistema electoral. Para lograrlo, la presión debe venir más de la sociedad civil que de la misma política, en donde superar las resistencias de algunos parlamentarios y partidos resulta muy costosa para sus pares y para el Gobierno. Resulta también imperioso que líderes nacionales, como el Presidente, Evelyn Matthei y los demás aspirantes presidenciales se coordinen para andar este camino que, sin duda, les traerá enemistades y sinsabores. El actuar coordinado de Boric y Matthei en este tema resulta indispensable para que las fuerzas políticas puedan aspirar a gobiernos realizadores y salgamos de este aire político enrarecido que respiramos. (El Mercurio)

Jorge Correa Sutil