Es una luz de esperanza el clima de diálogo que comienza a abrirse. El encuentro de todos los partidos democráticos con el ministro del Interior, y del ministro de Hacienda con economistas de oposición en búsqueda de acuerdos. Más me alienta aún ese “cabildo de alcaldes” con ministro e intendente, la proliferación de cabildos ciudadanos y el respaldo empresarial a la flexibilización del debate económico y “a ponerse”. Darle gobernabilidad a Chile es responsabilidad de la política y vivimos una monumental crisis de gobernabilidad. Pero no basta. La sociedad es otro protagonista necesario de la solución.
Ojalá marque el comienzo de una inflexión. El grueso del país tiene descontentos, malestares; y demandas, económicas, estructurales y otras. Necesitamos nada menos que construir una nueva convivencia entre los chilenos. Solo la combinación de un acuerdo de todos los partidos en conexión con una ciudadanía que pasa a la reflexión, puede darlas. En esta urgencia tampoco hay que olvidar que en nuestra población hay también agotamientos, miedos e impaciencia con una convulsión que no termina.
Tenemos dos Chile que, con el paso de los días, entran en tensión creciente. Los inspirados en el “ahora o nunca” que ven en la movilización pacífica la posibilidad de avanzar a un nuevo trato social, pero a quienes se suman y distorsionan los que profitan de la violencia y el saqueo, o los decididos a demoler la democracia chilena. Por motivos muy distintos, están instalados en la protesta interminable. Y otro Chile, menos presente en medios, pero tanto o más masivo, que sufre la prolongación de la crisis. Esos que pierden horas en trasladarse sin Metro y buses. Barrios populares completos sin supermercados. Cientos de miles que viven de remuneraciones con componente variable que perdieron, o cuyo empleo desapareció o desaparecerá. Pymes golpeadas por la crisis. Y un largo etcétera. También millones, sí, millones, que siguen trabajando o quisieran hacerlo. Es el Chile que sufre y teme a aquel de saqueadores, destrucción, paralización o barricadas. Es el que más explica la baja aprobación al Presidente y a todos los partidos sin excepción.
Ambos creen ser el único Chile y no lo son. Solo emprendiendo un camino al futuro pueden reencontrarse. La democracia no solo está amenazada por el “statu quo” o por quienes creen es ocasión para destruirla. También por la impaciencia y miedo de quienes comienzan a querer una mano dura para volver a la normalidad.
Las señas de voluntad de diálogo abren esperanzas. No perdamos la fe en nosotros mismos y reconozcamos que la actual organización de nuestra sociedad, con razón o sin ella, no responde a las expectativas de la mayoría. Necesitamos como nunca partidos y ciudadanía como la de los cabildos, dispuestos a escucharse mutuamente, a entenderse, o sea, un Chile social y político consecuentemente democráticos. (La Tercera)
Óscar Guillermo Garretón