Un triunfo de la unidad y la sensatez-Roberto Ampuero

Un triunfo de la unidad y la sensatez-Roberto Ampuero

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El amplio triunfo de Sebastián Piñera es más que un nuevo triunfo presidencial en Chile. Su victoria permite proyectar la posibilidad de que se esté instalando en el país un eje de cierta duración en materia de gobiernos, que puede integrar fuerzas de derecha, centroderecha, centro y liberales. Estamos probablemente ante un cambio tectónico: termina la alianza de centroizquierda que gobernó Chile entre 1990 y 2010, y parece anunciarse en el horizonte la emergencia de un nuevo eje.

No me sorprendería. Fue la misma Concertación la que desconoció al final su gran e importante legado, transitó hacia una Nueva Mayoría que se desdibujó por completo como moderada centroizquierda, y que concluyó con la apabullante derrota de todas las fuerzas de izquierda de Chile. El resultado de la candidatura de Alejandro Guillier expresa eso: el castigo de una amplia mayoría a quienes no supieron atesorar lo que aportaron al país durante dos decenios.

Hay otro elemento que me viene a la cabeza en medio de la gran celebración ciudadana que tiene lugar frente al Hotel Crown Plaza, de Santiago (y en todo Chile): el país envía un fuerte mensaje de esperanza hacia el continente. Chile ha sido visto en la región por mucho tiempo como modelo de modernización, éxito en la lucha contra la pobreza y en la integración a la economía mundial, y se venía contemplando con preocupación su estancamiento económico, la incertidumbre en lo relativo a su identidad modernizadora de los últimos decenios y la polarización política que se suscitaba.

Muchos latinoamericanos ven hoy con esperanza el triunfo de Piñera. La región atraviesa una coyuntura compleja. Basta sólo con considerar lo que está sucediendo políticamente en Perú, Honduras y Ecuador, pero también puede observarse con cierta inquietud el desarrollo en Brasil, o la larga y profunda crisis económica y política de Venezuela. Pero también muchos latinoamericanos observan con preocupación la posibilidad de que en 2018  triunfe en México el candidato de izquierda Andrés Manuel López Obrador. Chile coloca una nota de realismo, estabilidad y moderación en América Latina.

Hay otro elemento que nos mueve a observar con optimismo el triunfo de Piñera: su deseo de ser el Presidente del reencuentro de los chilenos. Sospecho que gran parte del apoyo que cosechó no se debe sólo a la convicción de la ciudadanía de que es un político experimentado y con capacidad de gestión, sino también con una sensibilidad clara para los problemas sociales (no tradicional en la derecha) y una ambición por lograr la unidad nacional y superar la creciente polarización política nacional.

Por último: ¿Imaginó alguien que Piñera podía ganar por tan amplio margen, casi 10 puntos, al candidato de la izquierda? Creo que nadie. Se debió a varios factores: la preocupación que causó en la centroderecha y los liberales el resultado de la primera vuelta; la reacción inteligente y a nivel nacional de su campaña para pasar a la ofensiva con vistas al balotaje. Pero sospecho que hubo también una reacción profunda de diversos sectores en contra de lo que se vislumbró a ratos en los discursos de Guillier y de varios de sus adeptos: el riesgo de que un gobierno de izquierda, como el que representaba el senador, desmontase las bases de un modelo que nos ha deparado tantos éxitos en los últimos decenios y que los chilenos parecen valorar altamente, pero también críticamente.

Creo que pocos líderes en la derecha y centroderecha chilena entendieron tan rápido como Piñera que constituía un error enamorarse acríticamente del “modelo”. Fue uno de los primeros en darse cuenta de que el modelo necesita ajustes y mejorías, que requiere mayor sensibilidad social, y que la derecha necesitaba construir un puente hacia la centroderecha, el centro, los liberales y socialcristianos, y postular desde esa diversidad un programa realista, prudente y transversal para Chile.

Escribo esto mientras escucho a Piñera hablar ante el país después de su triunfo, y compruebo cuánto valora el pluralismo, la legítima diferencia política, su respeto por la Presidenta Bachelet y su adversario Guillier, y su voluntad de unir a los chilenos en torno a la construcción de un país más próspero, libre, digno, solidario y justo. Me impresiona su honesto reconocimiento de que su gobierno no será fácil, que requiere unidad y acuerdos, un norte compartido, un sueño nacional.

Creo que a Chile le faltaba un líder que nos hablara de la importancia del pluralismo, de la unidad en la diversidad, de los desafíos sociales y la reactivación de la economía nacional. Piñera se ha propuesto una tarea gigantesca, pero quienes lo conocemos sabemos que crece ante la adversidad y los grandes desafíos.

¡Éxito, Presidente electo, en su nueva administración! Es importante sobre todo para Chile y los chilenos. (El Líbero)

Roberto Ampuero

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